¿Qué es la muerte? ¿Qué pasa después de la muerte? Éstas son preguntas que todos nos hemos formulado en algún momento.
Acerca de la respuesta, podemos decir que como en todas las cosas, solamente Dios tiene la respuesta verdadera, pues como está escrito: “Sea Dios verás, y todo hombre mentiroso” (Romanos 3:4) Sin embargo, el hombre, muchas veces, elige la respuesta que más le gusta, y debido a esto, Satanás gana ventaja arrastrando a los hombres por caminos, que aunque parezcan derechos, “su fin es camino de muerte” (Proverbios 14:12)
La Biblia, menciona muchas veces la palabra: MUERTE. Dice como se originó, y qué la originó. Como ella pasó a todos los hombres, y muchas otras observaciones, para que el hombre no muera sin haber arreglado sus cuentas con Dios y pase la eternidad sufriendo alejado de Su presencia. Pues, escrito está, que todos los que mueren en sus pecados, sin haberse reconciliado con Dios, “sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder.” (2 Tesalonicenses 1:9)
A pesar de que Dios haya hablado tan claramente sobre estas cosas, los hombres, se extraviaron en sus razonamientos, eligiendo creer a la mentira y “profesando ser sabios se hicieron necios” (Romanos 1:22)
Si deseamos conocer la verdad en cuanto a este tema, debemos dejar que la Biblia nos enseñe.
Primeramente, es necesario definir qué es, y qué significa la palabra muerte según la definición Bíblica y no, simplemente, la interpretación que le dan los hombres.
Si preguntamos ¿qué es la muerte? Posiblemente, se nos diga: <Es el fin de todo, el fin de la existencia, o cosas similares> sin embargo, en la Biblia, muerte, significa SEPARACIÓN. No es el fin de la existencia, ni el fin de todo, pues, quien muere, cierra los ojos en este mundo y los abre en el más allá.
Los seres humanos tenemos una parte material y una inmaterial. Quien muere físicamente, no deja de existir, sino que sufre la separación de la parte inmaterial de su ser, de su otra parte; la parte material que llamamos cuerpo. “Porque el cuerpo, que fue formado del polvo, vuelve a la tierra, y el espíritu, vuelve a Dios que lo dio” (Eclesiastés 12:7)
El Génesis, primer libro de la Biblia, nos presenta el origen de la muerte. Ésta, existe desde que entró el pecado en el mundo, es decir, desde que nuestros primeros padres pecaron. Dios había colocado al hombre en el huerto de Edén dotándolo de todo bien, pero con la restricción de alargar su mano y comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, porque el día que comiera de ese árbol, ciertamente moriría. (Génesis 2:17)
Todos conocemos la historia de Adán y Eva, y sabemos que desobedecieron a Dios, comiendo el fruto prohibido, pero, nos podría llamar la atención, ver que en ese instante, no cayeron muertos, como hubiéramos imaginado, sino que Adán murió luego de haber engendrado hijos e hijas, a la edad de novecientos treinta años. (Génesis 5:5)
¿Por el hecho de que Adán murió a una edad avanzada, dejó de cumplirse la sentencia de Dios?: “Desde el día que del comieres, ciertamente morirás De ninguna manera. Se cumplió cabalmente, y encontramos allí, en aquel dictamen, el sentido verdadero de la palabra muerte.
La muerte tiene dos aspectos: Uno físico y otro espiritual.
Desde el momento en el que Adán pecó, murió espiritualmente. No cayó a tierra sin signos vitales etc. sino que se separó de Dios que es el autor de la vida. Al pecar, conoció y gustó la muerte en el sentido espiritual. También, a partir de ese momento, se originó la muerte en el sentido físico, que es la forma de muerte más comprendida y aceptada por todos, porque es la que vemos a diario, visitando a ricos y pobres sin distinción.
Muerte espiritual, es la separación que existe entre Dios que es Santo, y el hombre pecador. Muerte física, es la separación de la parte material (el cuerpo) de lo inmaterial (alma y espíritu)
El hombre, según enseña la Biblia, es un ser con “Espíritu, alma y cuerpo” (1 Tesalonicenses 5:23) Todos comprendemos lo que es el cuerpo, porque está a la vista. Lo cuidamos, lo vestimos, lo atendemos, y es dado por Dios, como el “estuche” donde habita el ser.
Sin embargo, además de lo corporal y físico, todos tenemos una personalidad propia que nos caracteriza, pues, pensamos, razonamos, sufrimos y nos alegramos, experimentando estados anímicos que van más allá de lo que puede experimentar un cuerpo. Esto se debe, a que tenemos un alma y un espíritu.
Nos cuesta a veces definir, la diferencia que existe entre el alma y el espíritu, pues ambas, forman lo que llamamos la parte inmaterial de nuestro ser que no podemos ver con nuestros ojos físicos, y que están estrechamente unidas. A pesar de esto, Dios nos da luz al respecto, por medio de su Palabra, para que podamos comprender algo de todo esto tan maravilloso.
Hablando del espíritu, debemos hacer una pequeña aclaración, que será útil para no confundirnos. En la Biblia, encontramos la palabra Espíritu, con mayúscula, cuando se refiere al Espíritu de Dios, el Espíritu Santo. Y, espíritu, con minúscula, referido al espíritu que hay en el hombre. En todo hombre viviente, hay un alma y un espíritu, en cambio, no en todo hombre viviente está el Espíritu Santo, pues éste, sólo habita en el creyente renacido.
Para diferenciar en alguna manera al alma del espíritu, podríamos decir, que el alma, es el asiento de los sentimientos que hay en el hombre. Mientras que el espíritu es aquello que está ligado a su facultad pensante. Recordemos, que el hombre recibió en su nariz aliento de vida por parte de Dios, y está facultad, que lo diferencia de los animales, le sirve para poder razonar, conocerse y comunicarse con su creador.
Cuando una persona muere, se efectúa la separación que anteriormente mencionamos. La parte inmaterial del ser, se separa del cuerpo. En la Biblia leemos “que el espíritu vuelve a Dios que lo dio” entonces alguien podría preguntarse. ¿Y el alma? A eso responderíamos que al ser el hombre un alma viviente (1 Corintios 15:45), el alma se retira del cuerpo juntamente con el espíritu del hombre, siendo esto, visto como una sola cosa que abandona su “casa terrenal”.
La Biblia nos enseña, que el Señor Jesús, tomando el lugar del hombre, para llevar a cabo, la obra redentora en la cruz del calvario, participó de la naturaleza humana completa. “espíritu, alma y cuerpo. Y, que cuando todo estaba consumado, entregó voluntariamente su espíritu. (Juan 19:30). Su alma, no fue al sepulcro donde fue puesto su cuerpo, sino que se retiró del cuerpo al entregar el espíritu. Luego, hablándonos de la resurrección, que estaba profetizada, se nos dice: “No dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción” (Hechos 2:27)
De esta manera, vemos que el alma y el espíritu, están, tan íntimamente ligados, que en muchos pasajes bíblicos se mencionan implícitamente una palabra en la otra.
La Biblia, enseña que hay una gran diferencia entre creyentes e incrédulos, en relación con la muerte.
Cuando muere un creyente en Jesucristo; es decir, alguien que recibió al Señor Jesús como su Salvador; esa persona, al morir, pasa a la presencia del Señor, tal como lo expresa el apóstol Pablo. “Partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor” (Filipenses 1:23) Sin embargo, para quien muere, sin haberse reconciliado con Dios, no es, partir y estar con Cristo; sino, desincorporarse del cuerpo, pero, para estar lejos de la presencia de Dios, a la espera del juicio, en un estado de terrible desesperación.
El juicio de quienes rechazaron a Dios y su gracia, no será para saber lo que hacer con ellos, ni ver si tienen alguna posibilidad. No será como muchos se imaginan, para que Dios pese lo que hizo el hombre y lo ponga sobre una balanza, donde puedan contrarrestarse las acciones buenas contra las malas, y decidir finalmente que hacer con cada persona. “Porque el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Juan 3:18)
El juicio será para que toda persona se presente ante la santidad de aquel Dios al cual rechazó, vea todo cuanto ha hecho en su vida, y constate cuan necio fue su proceder al rechazar a Cristo cuando se le presentaba el evangelio. En ese juicio, se abrirá también el libro de la vida, donde están anotados todos aquellos que le creyeron a Dios y fueron salvos por Cristo, y donde, no quisieron ser inscriptos, y “Todo aquel que no se halle inscripto en el libro de la vida, será lanzado al lago de fuego” (Apocalipsis 20:15) ¡Qué destino terrible!
Para los que mueren en el Señor, los creyentes en Jesucristo, por el contrario, no hay ninguna espera de juicio final. El salvador, que recibimos por fe, Cristo Jesús; se presentó por nosotros para recibir el castigo “Llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia” (1 Pedro 2:24) Y habiendo padecido en nuestro lugar, satisfaciendo las demandas de la santidad de Dios, dijo: “Consumado es” La deuda ya está pagada, Los creyentes estamos amparados en Cristo, y Dios, dice: “Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1)
Para los que murieron, sin haber arreglado con Dios la deuda de sus pecados, ya nada se puede hacer. No hay purgatorio, ni misas, ni oraciones, que puedan hacer que se salve, quien en vida rechazó la gracia.
Por eso, es tan importante, que hoy se predique el evangelio de la Gracia de Dios. Porque “He aquí ahora el tiempo aceptable, He aquí AHORA EL DIA DE SALVACION” (2 Corintios 6: 2).
La Biblia declara que “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27)
Y este versículo, particularmente, debe tocar poderosamente las conciencias de los que no creen y hacer que recapaciten, pues nadie puede negar que esto se cumple fielmente.
Todos los días vemos morir a la gente a nuestro alrededor sin que nadie pueda librarse de este flagelo. Y así, como vemos que se cumple la primera parte de lo que está establecido por Dios, y anuncia el versículo: “Que los hombres mueran una sola vez” implacablemente, se cumplirá la segunda. “Y después, el juicio”
Por este motivo, el Señor por su palabra nos dice: “Prepárate para venir al encuentro de tu Dios” (Amos 4:12) Todos debemos estar preparados, y tener la certeza, de que al morir iremos al cielo, para descansar en la presencia de nuestro Señor.
Si hubiera alguien, que aún no tiene la seguridad de su Salvación, le rogamos que no pierda más tiempo, ni se ponga a cuestionar a Dios y su Santa Palabra, esperando comprenderlo todo, para recibir a Cristo como salvador. Que acepte lo que Dios dice por medio de la Palabra y verá como en ella encontrará la plena seguridad.
La Biblia presenta el estado triste en que nos colocó el pecado, y nos dice que todos somos pecadores. Es Dios, quien nos declara perdidos, y Dios quien nos presenta la Salvación.
Creamos lo que Dios dice. Con la muerte física no se termina todo, sólo termina lo terrenal. Dios puso eternidad en el hombre (Eclesiastés 3:11) y en el más allá, se es consciente (Lucas 16:23) Hay gozo al estar con Cristo, y remordimientos eternos para los que han muerto rechazando la Salvación que aún hoy, se ofrece gratuitamente en Cristo Jesús.
Hay únicamente dos formas de morir. Morir en el pecado y tener que sufrir la condenación eterna separado de Dios, o morir en el Señor, limpio y perdonado de todo cuanto uno ha hecho, para estar con Cristo eternamente en la gloria. Es una decisión que se debe tomar ahora.
“Jesús dijo: si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis” (Juan 8:24)
Pero también está escrito: “Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor” (Apocalipsis 14:13)
¡No dejes pasar esta oportunidad! Y sí aún, no has recibido a Cristo como tu salvador, hazlo en este momento. “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hechos 16:31)
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