PREGUNTA:
Alguien preguntó si se puede perder la salvación, teniendo en cuenta, que muchos, luego de haber recibido a Cristo, se vuelven atrás, y la Biblia dice: “El que persevere hasta el fin, este será salvo” (Mateo 24:13)
RESPUESTA:
Dando respuesta a tan interesante pregunta, debemos puntualizar primeramente, que la salvación es de Dios. (Salmo 3:8, Jonás 2:9) Dios es quien la provee por gracia, y está basada en el sacrificio de su Hijo Jesucristo, que lo satisfizo en su juicio por el pecado.
La salvación, es ofrecida por gracia. Es decir, sin que nadie lo merezca; pero, el hombre debe recibir esa salvación por medio de la fe, lo cual también es un don de Dios (Efesios 2: 8)
Con esto queda claro, que el papel del hombre para ganar su salvación, es nulo. Nada puede hacer el hombre perdido, muerto en sus delitos y pecados, para ganar su salvación, ni tampoco para conservarla, y de esa manera llegar al cielo.
Si dependiera del hombre, conservar su salvación, habría una obra meritoria en aquellos que la conservaron, los cuales en la gloria podrían decir: “Dios me otorgó la salvación, pero, yo, la cuidé, sino, no hubiese podido ser salvo”. Una supuesta salvación así, compartida con el hombre, es algo que atenta contra la gloria de Dios.
“La salvación que es en Cristo Jesús con gloria eterna” (2 Timoteo 2:10) está garantizada por la obra de Cristo, por lo tanto no se pierde.
Hecha esta aclaración, pasemos a considerar algunas cuestiones sobre este tema tan interesante.
Primeramente, quisiéramos decir, que en la mayoría de los casos, las personas y los credos de los diferentes grupos cristianos, que creen que la salvación se pierde, basan la salvación por Cristo, en la fe, no en la gracia.
La Biblia dice: por GRACIA sois salvos, por medio de la FE… (Efesios 2:8) La base, que nos garantiza la salvación, lograda por medio de la obra perfecta de nuestro Señor Jesucristo, es la GRACIA. La gracia de Dios es inalterable, no disminuye, no falta nunca, ni depende nosotros, y como nace del amor de Dios, siempre estará para mantenernos.
Si invertimos el versículo, y pensamos que la base de la salvación, no es la gracia, sino la fe, las cosas cambian. Porque la fe, es algo que debemos sentir nosotros. De nosotros depende mantener la fe, y como sabemos, que somos bastante propensos a flaquear en la fe, llegamos a preguntarnos: ¿Qué sucede entonces cuándo falta la fe? Si la base es la fe, al faltar la fe, la salvación se pierde.
Fijémonos, que todos los ejemplos y los versículos que se buscan, para apoyar la conjetura que la salvación se pierde, siempre están relacionados con quienes le faltó la fe para seguir fielmente, para mantenerse en el camino etc.
¿Con esto queremos decir que la fe no tiene valor alguno en la obra de la salvación? De ninguna manera. La fe es importantísima, pero en su debido lugar.
La fe, es el medio por el cual nos apropiamos de la salvación. “Sin fe es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11:6) Todos los seres humanos, necesitamos de la gracia de Dios para ser salvos, y Dios ha respondido en gracia para con todos. Que Dios, sea “el Dios de toda gracia” (1 Pedro 5:10) ¿Quiere decir que finalmente, todos los seres humanos serán salvos? NO. Solamente, son salvos, todos aquellos que reciben esa salvación por medio de la fe.
Los que recibimos la salvación por medio de la fe, que no es de nosotros, sino don de Dios. (Efesios 2:8) Una vez salvos, tenemos la seguridad, de que poseemos una salvación eterna (Hebreos 5:9) basados en su gracia, no en lo que podamos hacer para mantenerla.
Porque fuimos santificados, (es decir puestos aparte para Dios) mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre” (Hebreos 10:10) Quien, “con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (Hebreos 10:14) Y el versículo, citado en la pregunta, que dice: “El que persevere hasta el fin, este será salvo” (Mateo 24:13) no altera en absoluto, la interpretación que venimos manteniendo.
Analicemos un poco el versículo de la pregunta. Cada versículo hay que verlo en su contexto. Mateo 24, habla del tiempo, donde los habitantes de esta tierra estarán pasando por la gran tribulación. “La cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá” (Mateo 24:21) Nosotros, que componemos la Iglesia del Señor, ya no estaremos viviendo sobre la tierra, nos habremos ido con el Señor en el arrebatamiento, que tendrá lugar, antes de la gran tribulación. “El Señor Jesús, nos libra de la ira venidera” “de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra” (1 Tesalonicenses 1:10, Apocalipsis 3:10)
Los que estén viviendo en los tiempos mencionados en Mateo 24, atravesarán una prueba terrible. Dios despertará a su pueblo Israel, pero, serán entregados a los tribunales, castigados y masacrados. Engañados por falsos profetas, Inducidos a negar a Dios, experimentando cosas terribles. En medio de todo ese escenario, será predicado el evangelio DEL REINO en todo el mundo.
Notemos bien, que no dice, que será predicado el evangelio de la gracia de Dios, que hoy nosotros predicamos; sino que el énfasis, está puesto, en el reino que vendrá a establecer nuestro Señor Jesucristo sobre esta tierra, poniéndole fin a esos tiempos angustiosos. Muchos judíos seguirán a la bestia y al falso profeta. Otros recibirán el evangelio del reino y tendrán que soportar las consecuencias de sus creencias. ¿Cuál será la marca distintiva de los que realmente lo recibieron por fe? Será la de haber perseverado hasta el fin, y ser salvo, entrando al reino milenial de Cristo. Habrá muchos que no perseverarán, porque no habrán experimentado la obra de Dios en sus corazones verdaderamente, pero el que persevere hasta al fin, este sí será salvo. Salvo por gracia, no por perseverar. La perseverancia, en este contexto, es la evidencia de la fe y del sostén que la gracia de Dios otorgó.
Repetimos: Si a la salvación la tendríamos que mantener nosotros, seríamos salvos por obras, porque además de la obra del Señor Jesús, perfecta a nuestro favor, agregaríamos el mérito nuestro, de haber obrado de tal o cual manera para no perderla.
Otro punto fundamental que no tienen en cuenta, quienes sostienen que la salvación se pierde, es lo que implica realmente la salvación.
Muchos toman la salvación, como si fuera únicamente la obra del perdón de nuestros pecados. Una obra que nos exime de condenación, y conjeturan: Todo aquel que cree, no será condenado; pero si se aparta, flaquea, o llega a apostatar de su fe, debido a una acumulación de muchos pecados, pierde la salvación adquirida.
Este razonamiento no es justo. La Salvación implica mucho más que el perdón. Alguien intrínsecamente malo, perdonado de sus pecados, sigue igualmente siendo malo; pues el perdón no lo cambia. En cambio, Dios, cuando salva, perdona y le otorga al hombre una nueva naturaleza. Hace que el hombre nazca de nuevo y lo adopta como hijo suyo para siempre.
Cuando se tienen en cuentas estas verdades divinas, caen por tierra todos los argumentos. El hombre que nació de nuevo, que ahora tiene la naturaleza divina en él, no quiere pecar, ni se siente bien pecando. Además, llegado el caso, de que su carne se manifieste, haciéndolo pecar de alguna manera, cuenta con todos los recursos de la gracia de Dios, para ser llevado a la confesión de su falta y al restablecimiento de su comunión con Dios.
Como el creyente, es una oveja del buen pastor, siempre tendrá a disposición la vara y el cayado, para infundirle aliento, e impedirle que se desvíe. Como hijo amado de Dios, con una filiación eterna e inamovible, si peca, ofenderá a su Padre, quien lo tendrá que disciplinar, para traerlo nuevamente al camino de la santidad (Hebreos 12:6-10) pero nunca dejará de ser hijo.
Por lo tanto, quien verdaderamente es salvo y tiene al Señor Jesús como Salvador, está representado ante Dios en Cristo. “Y ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” Tiene vida eterna, está sellado por el Espíritu Santo como propiedad de Dios (Efesios 1:13) y no perecerá jamás. El Señor Jesús, quien murió en la cruz por nuestros pecados, “entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” (Romanos 4:25) lo atestigua en su palabra: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre” (Juan 10:27-29)
¡Dios bendiga su Palabra!
Preguntas bíblicas