
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo” (Hebreos 1:1)
“Amados, esta es la segunda carta que os escribo, y en ambas despierto con exhortación vuestro limpio entendimiento, para que tengáis memoria de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas, y del mandamiento del Señor y Salvador dado por vuestros apóstoles” (2 Pedro 3:1,2)
En muchas sectas cristianas llaman y consideran profetas a personas agoreras que practican de alguna manera la adivinación. Esto no tiene nada que ver con lo que la Biblia presenta como profetas y profecías.
El apóstol Pablo dice: “Seguid el amor; y procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis” (1 corintios 14:1) Esto hace que nos preguntemos: ¿A qué se refiere al apóstol al hablar así? Para comprender bien esto, es necesario meditar la carta a los Corintios y comprender bien que es la profecía.
Los profetas del Antiguo Testamento, eran hombres que Dios utilizaba para comunicarse con los suyos. Sobre ellos, venía el Espíritu y por ese Espíritu comunicaban el mensaje divino. Nadie en el Antiguo Testamento, era templo del Espíritu, pues el Espíritu no moraba en los creyentes como en nuestra dispensación, por eso el Espíritu, venía sobre ellos, y como la comunicación que tenían que dar, era generalmente sobre cuestiones terrenales, esas profecías anunciaban lo que iba a suceder, pero no siempre el profeta predecía el futuro.
Luego en el Nuevo Testamento, Dios utiliza profetas para darnos a conocer su Palabra, revelándose a nosotros. Estos hombres, como los apóstoles escribientes de la Biblia son llamados profetas. (Efesios 4:11) Eran Apóstoles, pues eran enviados por nuestro Señor Jesucristo para poner las bases de la fe cristiana, y eran profetas, porque comunicaban lo que Dios quería decirnos.
Continúa en la parte 2