“Si te convirtieres, yo te restauraré, y delante de mí estarás; y si entresacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca” (Jeremías 15:19)
Desde la entrada del pecado en el mundo, el hombre se encuentra muerto espiritualmente. Dios quiere darle vida, “y esta vida está en su Hijo” (1 Juan 5:11) Por eso nos hace llegar el evangelio, y si aceptamos a Cristo como salvador, él nos salva.
Luego, Dios que desea utilizarnos, nos dice: “ABRE TU BOCA, y come lo que yo te doy” (Ezequiel 2:8) Pues, para ser utilizados, es necesario primeramente llenarnos de él, conocerle por medio de la Palabra y oír siempre su voz.
También nos dice: “ABRE TU BOCA y yo la llenaré” (Salmo 81:10) Dios nos insta a orar, pues la oración es el medio bendito que tenemos para comunicarnos con él. Pedimos y él nos oye, y responde conforme a su voluntad perfecta.
Luego de estar preparados por la palabra y la oración, él nos utilizará abriendo nuestra boca, conforme a su promesa: “Más cuando yo te hubiere hablado, ABRIRÉ TU BOCA, y les dirás: Así ha dicho el Señor” (Ezequiel 3:27)
Notemos bien que el deseo del Señor es que nos alimentemos de él y cultivemos el hábito de la oración. Ocupados en su Palabra y en la oración, seremos instrumentos útiles en sus manos.
En una comunión íntima con él y llenos de su Palabra, seremos “útiles al Señor, y dispuestos para toda buena obra” (2 Timoteo 2:21)
Pensamientos para reflexionar