
“Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros y levantándose, vino a su padre…” (Lucas 15:17-20)
Subió, Abram de Egipto hacia el Neguev, él y su mujer, con todo lo que tenía… Y volvió por sus jornadas…hasta el lugar donde había estado antes su tienda… al lugar del altar que había hecho allí antes; e invocó allí Abram el nombre de Jehová. (Génesis 13:1-4)
Abraham dio un paso en falso y ante el hambre en la tierra descendió a Egipto. En Egipto no hubo altar donde se dijera que adoró a Dios. El Señor intervino y lo sacó de aquel lugar, y él tuvo que volverse por sus jornadas al lugar donde había estado antes.
Así también nos sucede. Hay un punto donde comenzamos a desviarnos y hacemos un camino en descenso. Luego la gracia de Dios interviene para que salgamos de aquella mala posición y debemos volver a donde estábamos antes: Por nuestras jornadas.
Si hicimos diez jornadas en nuestro extravío, no basta con darnos cuenta para reencontrarnos con el altar. Tenemos que hacer el camino de regreso, jornada tras jornada.
El significado espiritual es maravilloso. Cuando alguien se da cuenta de sus errores y sufre, quisiéramos ir a abrazarlo y quizás en nuestra precipitación cortaríamos el trabajo de Dios en su corazón, dejándole muchas cosas sin considerar en su arrepentimiento.
Pensemos: El padre del hijo pródigo corrió y abrazó a su hijo, recién, cuando éste, volvió completamente arrepentido por sus jornadas.
Pensamientos para reflexionar