“La paz os dejo, mi paz os doy” (Juan 14:27)
La paz con Dios, lograda por Jesucristo, es algo que nadie puede quitarnos “¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió” (Romanos 8:34)
La paz de Dios que debe gobernar nuestros corazones, tiene otro sentido, pues está sujeta a nuestro estado espiritual. La Biblia dice: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado” (Isaías 26:3)
“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6,7)
La paz de Dios es algo que todo creyente puede experimentar, pero, no basta con ser creyente para disfrutarla y vivirla, pues está condicionada a nuestro estado espiritual y requiere que nos mantengamos en comunión con Dios.
Los versículos antes mencionados de Isaías y los de la carta a los Filipenses, nos muestran que hay una actitud tomada que garantiza esa paz. Pablo disfrutó esa paz, incluso en prisión.
Volcar nuestros corazones en toda oración y ruego, guardará nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús. Así cómo confiar en el Señor y afirmar el corazón en sus promesas, sin vacilaciones; pensando, no en el tamaño de los problemas, sino en su fidelidad, nos guardará en una completa paz.
Pensamientos para reflexionar