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“Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia… Entonces … cambiaré su lloro en gozo, y los consolaré, y los alegraré de su dolor” (Jeremías 31:3 y 13)
“Ciertamente volverán los redimidos de Jehová; volverán a Sion cantando, y gozo perpetuo habrá sobre sus cabezas; tendrán gozo y alegría, y el dolor y el gemido huirán. Yo, yo soy vuestro consolador” (Isaías 51:11,12)
Pensando en la soledad, debemos tener presente que, nunca los hijos de Dios, experimentaremos la soledad absoluta, porque nuestro Señor Jesucristo la experimentó por nosotros y él no nos abandonará, pues dijo: “No te desampararé, ni te dejaré” (Hebreos 13:5)
Podemos sentirnos solos, pero, será nuestra sensación, nuestra falta de fe impidiéndonos ver en determinados momentos que el Señor está allí y permanece fiel. (Véase 2 Timoteo 2:13) Y podremos, como ya mencionamos, tener que experimentar la soledad para que Dios nos muestre nuestras equivocaciones y que nos arrepintamos, pero allí, seguirá estando el Señor no dejando que las pruebas nos superen (1 Corintios 10:13) Los hombres podrán olvidarnos y dejarnos solos. Pablo dijo: “En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon… Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas” (2 Timoteo 4:16,17) Los hombres pueden decir en casos de disciplina: “Que se siente solo y calle, porque es Dios que se lo impuso” (Lamentaciones 3:28) Sin discernir que ha pasado el tiempo de dejarlo solo y que sea el momento de acercarse al alma que sufrió la disciplina de Dios para que no sea consumido de demasiada tristeza (2 Corintios 2.7) Pero, de todos modos, aquella alma no estará ya sola, el Señor estará a su lado y aunque no haya hombre que se interponga, lo salvará su brazo. (Isaías 59:16)
Pensamientos para reflexionar
