Cuentan que en una tarde fría de invierno, un hombre, caminaba rumbo a su casa, absorbido en sus pensamientos, cuando, de repente, al doblar en una esquina se encontró de frente con la silueta de un hombre ciego, que caminaba con dificultad apoyándose en un bastón. El ciego, llevaba en su otra mano un plato, con unas pocas monedas, y una pizarra colgada en su cuello, donde había una frase escrita pidiendo caridad.
Al verlo tan necesitado, rápidamente, buscó en sus bolsillos algo de dinero para darle, pero, por más que revisó una y otra vez no encontró nada que darle.
Aquel hombre, compungido, le habló cariñosamente y puso una mano en su hombro mientras tomó la pizarra que llevaba colgada, y escribió en ella lo siguiente:
“Está por la desgracia ensombrecido, llevando un palo cual único sostén.
La mano que socorra al desvalido, no podrá verla, más Dios verá por él”
Y abajo puso su firma: Víctor Hugo
Esta historia nos estremece, y nos deja al menos dos grandes enseñanzas a considerar.
Debemos siempre pensar que lo que hagamos de corazón Dios lo ve. Quizás pase inadvertido ante los ojos de los hombres, o inclusive incomprendido a los ojos de quien se vea beneficiado, pero, no importa, “Dios verá por él”. Dios conoce todas las cosas y pesa los corazones, y ni “un vaso de agua dado en el nombre del Señor, perderá su recompensa” (Marcos 9:4)
Esto, alienta nuestro corazón, pues, si bien, Dios ve lo que hacen todos los hombres; para los que conocemos a Dios como un Padre de amor, que nos hizo suyos, perdonándonos todos nuestros pecados en Cristo Jesús nuestro Salvador; todo cuanto hagamos debe ser hecho con mucho amor, como para el Señor. “No sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero temiendo a Dios. Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres, sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa.” (Colosenses 3: 22-24).
Tener esto presente, nos llevará a poner en práctica aquella exhortación que nos dice: “Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:10) Sin pensar cuantas veces pudimos hacer el bien sin haber sido reconocidos, “Porque a Cristo el Señor servís” (Colosenses 3:24)
La segunda enseñanza que tomamos de esta historia, es la que nos muestra que muchas veces, no podremos hacer todo el bien que deseamos hacer, ni que a nuestro parecer, fuera necesario; porque no está en nuestras manos poder hacerlo. Sin embargo, debemos tener en cuenta que, si el Señor puso al necesitado en nuestro camino, seguramente algo podremos hacer por él.
El que escribió en aquella pizarra, siguió su camino, pero, los que leyeron luego lo escrito, quizás se sintieron movidos a ayudar al necesitado. Así, sin ser él, directamente quien supliera la necesidad, contribuyó para bien.
Los que tenemos al Señor Jesús como nuestro Señor y Salvador, siempre tendremos algo que dar cuando aparezca la necesidad, y eso tan importante que tenemos, es Cristo.
La Biblia dice que en una ocasión, había cuatro hombres que conocieron a un hombre paralítico que estaba postrado en un lecho. Ellos no podían hacerlo caminar, ni llevarlo a que lo atendieran los médicos. Sin embargo, sabían a quién acudir, y se nos dice que procuraron ponerle delante del Señor Jesús (Lucas 5: 18) Nosotros también, podemos poner al necesitado, delante del Señor Jesús, hablándole del evangelio, y ponerlo también delante del Señor Jesús en oración constante, para que el Señor obre, conforme a la necesidad que tenga.
Dice la Palabra de Dios que una vez, una multitud necesitada, quería oír al Señor Jesús, pero era tanta la gente que el Señor, necesitó una barca para poder ser escuchado por la multitud. Luego de esto el Señor les “dijo a sus discípulos que le estuviesen siempre lista la barca” (Marcos 3:9) Alguien había provisto la barca, el Señor se sirvió de ella, y fue de gran bendición a muchos.
También, nos dice la Palabra, que en una oportunidad, un siervo había recibido de su Señor; quien debía ausentarse por un tiempo: Un talento, para que durante su ausencia lo trabajara y reprodujera. <Un Talento era equivalente a 6000 denarios> (Un denario, por lo general, era el salario diario de un jornalero. Así que al hablar de un talento, no debemos imaginarnos una suma pequeña, sino una suma considerable). El siervo, que recibió aquel talento, fue negligente. En lugar de trabajarlo, fue lo escondió en la tierra hasta que llegara el momento del regreso de su Señor. Cuando su señor regresó, se lo quiso devolver, tal como le fue dado, pero, en ese momento, recibió una reprimenda terrible por no haber trabajado esos bienes ; pues aun, cuando hubiera podido argumentar que no era capaz de negociarlo personalmente, se le dijo: “Debías haber dado mi dinero a los banqueros y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses” (Mateo 25: 27) Una vez más, nos encontramos con la enseñanza, que si uno no cuenta con la capacidad dada, para reproducir lo que el Señor nos da, podemos hacer algo juntamente con aquellos que sí saben cómo hacerlo; contribuyendo en la obra. Así, directa o indirectamente, estaremos produciendo para el reino de Dios.
Los que creemos en el Señor Jesús, tenemos oportunidad de hacer algo para la gloria de Dios. Si miramos nuestros recursos, nos veremos descalificados. Sin embargo, si obramos en comunión con nuestro Señor, tomando de Sus recursos, veremos como Él, que de la nada lo hizo todo, puede utilizarnos igualmente, para que con la nada nuestra, sean hechas las grandes obras de Dios. “Para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros” (2 Corintios 4: 7)
Todos recordaremos aquella ocasión que se juntaron como cinco mil hombres alrededor del Señor Jesús; y el Señor, no queriendo despedirlos con las manos vacías, les dijo a sus discípulos que le dieran de comer. El asombro de los discípulos fue grande en ese momento. Pensando en sus propios recursos, lo vieron imposible, ya que solamente tenían cinco panes y dos peces. ¿Qué era eso ante una multitud tan grande? Sin embargo, el Señor, tomó de esos recursos, y los bendijo, y alcanzaron para alimentar a la multitud, de tal manera que hasta sobró.
¡Qué estas líneas alienten nuestros corazones para servir al Señor con un corazón íntegro, con todo cuanto tengamos! Tengamos presente que fuimos bendecidos para bendecir, aunque a veces nos parezca que es muy poco lo que podamos hacer.
“Porque si primero hay la voluntad dispuesta, será acepta según lo que uno tiene, no según lo que no tiene” (2 Corintios 8:12) “Así que hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Corintios 15. 58)
Hay corazones a tú alrededor
Tristes, cansados, sin paz
Dales consuelo que alivia el dolor
Torna su llanto en solaz
Cuenta la historia de Cristo y su amor
Y de su cruz el poder
Muestra en tu vida que tu redentor
Ha transformado tu ser.
Pon de tu fe la virtud en acción
Ama cual Cristo te amó
Sé fiel y emplea en tu santa misión
El don que el cielo te dio
Himno 173 “Hay corazones a tu alrededor”
Del himnario Himnos y Cánticos
Lectura de la semana