
Cuando entres a la tierra que Jehová tu Dios te da, no aprenderás a hacer según las abominaciones de aquellas naciones. No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos. Porque es abominación para con Jehová cualquiera que hace estas cosas” (Deuteronomio 18:9-12)
Jesús, el vencedor de la muerte, tiene las llaves de la muerte y del hades (Apocalipsis 1:18) Y nadie puede volver de la muerte a la vida, ni del estado en el que se encuentra desincorporado del cuerpo a nuestra esfera material sin el permiso de Cristo.
Saúl era el rey de Israel pero había sido desechado por Dios por desobediente y ya no tenía comunicación con Dios sino que estaba atormentado por un espíritu malo (1 Samuel 16:14)
Lo dominaban celos asesinos, de tal manera que perseguía sin razón a David para darle muerte. En tal condición espiritual estaba cuando se juntaron los filisteos para hacer guerra contra Israel. Saúl, se turbó y temió, y consultó a Jehová, pero Jehová no le respondió ni por sueños, ni por Urím, ni por medio de algún profeta… Entonces, desesperado, sin arrepentirse ni juzgar su condición ante Dios, pide que busquen a alguna mujer que tenga espíritu de adivinación para consultarla (1 Samuel 28)
Saúl sabía bien que estas prácticas estaban condenadas por Dios. La ley de Dios era bien clara al respecto. Y el hombre o la mujer que evocare espíritus de muertos o se entregare a la adivinación, ha de morir; serán apedreados; su sangre será sobre ellos.” (Levítico 20:27) Es tal el repudio de Dios a estas prácticas que su condena no era otra cosa sino la muerte.
Continúa en la parte 3
Pensamientos para reflexionar