“Nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús…” (2 Timoteo 1:9)
No hay vida sin propósito. Nadie nació por casualidad.
Estamos sobre esta tierra porque Dios así lo quiso y quien nos dio la vida, tiene para nosotros un propósito especial. Lamentablemente, la mayoría de las personas ignoran esto, y viven mal.
Cada persona es única para Dios, pero, para comprender los propósitos divinos, se debe hacer bien la ecuación, colocando primeramente a Dios y no al hombre. (Romanos 11:36)
Si se nos presentara un invento, quizás, estudiándolo un poco, podríamos darle alguna utilidad. Sin embargo, si el inventor nos explicara para que sirve, y nos diera el manual de instrucciones, nos maravillaríamos viendo sus funciones.
Tengamos presente: Dios es quien nos hizo y su Palabra es el manual de instrucciones.
Los seres humanos fallamos porque basamos todo en nosotros mismos. Pensamos que somos el centro, que merecedores todo, y si alguna vez pensamos en Dios, es, viéndolo como alguien superior que tendría que obrar siempre para que obtengamos lo que deseamos.
Así no funciona. La Biblia comienza diciendo: “En el principio… Dios” (Génesis 1:1) y luego todo lo demás. Así sucede con nosotros. Primeramente, debemos colocar a Dios. Rendirnos ante él, y aceptar lo que nos dice entregándole nuestras vidas. De esa manera, conoceremos sus “propósitos de bondad” (2 Tesalonicenses 1:11)
Quienes rechazan a Cristo, no pueden comprender a Dios, ni comprenderse a sí mismos.
Pensamientos para reflexionar