
“Para que el nombre de nuestro Señor Jesucristo sea glorificado en vosotros, y vosotros en él” (2 Tesalonicenses 1:12)
Una empresa, realizó un test laboral, seleccionando personal para cubrir puestos de responsabilidad. Necesitaban medir el nivel de compromiso de los postulantes con la institución, y saber qué cosas eran las más importantes para sus vidas.
Al ser consultados por sus prioridades, la mayoría, contestó lo siguiente:
1) El trabajo.
2) El cuidado de sus personas
3) La familia
4) Otras actividades, hobbies, religión, etc.
¡Es notable ver como los seres humanos excluyen a Dios de sus vidas!
“Todos buscan lo suyo propio” (Filipenses 2:21) “Todo es vanidad” (Eclesiastés 12:8)
Los hombres de fe, por el contrario, siempre ponen a Dios primero.
José, al ser instigado a pecar, no pensó en conveniencias ni inconveniencias en lo laboral, sino que puso primero a Dios. “¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?” (Génesis 39:9)
Sadrac, Mesac y Abed-nego, amigos de Daniel, honrados y puestos sobre los negocios de Babilonia, no pensaron en su trabajo, ni en sus personas; prefiriendo ser fieles a Dios aunque fueran lanzados al horno de fuego. (Daniel 3:12 al 21)
El rey Asa, no priorizó la familia. Depuso de su dignidad a su misma madre, porque había hecho una imagen de Asera (2 Crónicas 15:16)
Los cristianos nos debemos al Señor. Si procuramos hacer todo para la gloria de Dios, seremos las personas más competentes en todo cuanto hagamos.
Pensamientos para reflexionar