“El diablo… ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira” (Juan 8:44)
No existe redención sin confesión sincera. No puede haber una confesión sincera sin arrepentimiento. No hay arrepentimiento sin reconocimiento de culpas; y no hay reconocimiento de culpas sin un sincero autoexamen.
Por eso, Satanás, hace que las personas vivan, tan apresuradamente que no les quede tiempo ni para pensar, presentándoles como nunca antes, un sinfín de entretenimientos y distracciones que le resultan muy efectivas.
Cuando a pesar de eso, alguien se siente vacío, y sufre de penas existenciales; entonces trata de impedir que se acerque a Cristo, ofreciéndole soluciones mentirosas, como la autoayuda, el positivismo, y toda esa clase de engaños que salen del humanismo, que centra todo en el hombre, dejándolo fuera a Dios.
Allí el mensaje es: Tú puedes. Eres el centro. Dentro de ti está la fuerza. Mereces lo mejor…
Finalmente, cuando las personas constatan que por sí mismos no pueden, entonces, no pudiendo evitar que Dios trabaje sus corazones, les sale al encuentro con un evangelio de prosperidad y triunfos, a fin de tranquilizarlos para que no reciban el verdadero mensaje “para que no crean y se salven” (Lucas 8:12)
Así obra el diablo con las personas y sobre todo con los que sufren, mientras Dios, aprovecha todas estas cosas para llevarnos a Cristo y a una dicha eterna, porque “La tristeza según Dios produce arrepentimiento para salvación (2 Corintios 7:10)
Pensamientos para reflexionar