
“Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55:9)
Hoy en día, se relativiza el bien y el mal. Sin embargo, Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos (Hebreos 13:8) Y sus conceptos no cambian.
El hombre relativiza todo y llama a lo malo bueno y a lo bueno malo. En cambio, Dios es absoluto en sus principios y no cambia de opinión ni debe modificarse adaptándose a los tiempos.
Desde que el hombre comió del árbol de la ciencia del bien y del mal, legisla lo que le parece justo, siendo Dios para sí mismo; pero, desde una posición imperfecta, alejado de la luz, en tinieblas.
La Biblia dice que sin Cristo, somos enemigos de Dios en nuestras propias mentes. (Colosenses 1:21) Entonces: ¿Qué concordia puede haber entre el pensamiento de Dios y el del mundo? Es imposible conciliarlos.
El hombre quiere ser quien dicte las leyes, despojándolo a Dios de sus prerrogativas; pero, como se siente incompleto, acepta a un dios de su propia invención. Un dios limitado al pensamiento y razonamiento humano. “El que está en los cielos se reirá” (Salmo 2:4)
Si Dios pudiera ser plenamente comprendido por el hombre en su estado natural, sería un Dios muy chico.
“Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra” (Eclesiastés 5.2) Por lo tanto, debemos aceptarlo y obedecerle, y no cuestionarlo cuando no lo entendemos.
Pensamientos para reflexionar