“Deléitate asimismo en el Señor, Y él te concederá las peticiones de tu corazón” (Salmo 37:4)
Siempre podemos acercarnos a Dios a pesar de la culpa que sientan nuestras almas, que él, “será amplio en perdonar” (Isaías 55:7) “porque al corazón contrito y humillado no despreciará” (Salmo 51:17)
La gracia de Dios es ilimitada. Además, Dios es soberano y nadie puede decirle ¿por qué has hecho así? Sin embargo. Hay cosas que debe considerar quien se acerca a Dios para pedirle algo.
Quién clame a Dios pidiéndole que obre en tal o cual situación, deberá tener en cuenta la posición desde la cual pide.
Si alguien, que necesitara una vivienda se encontrara frente al Presidente de la Nación, podría pararse y decirle: Señor Presidente, necesito que usted me dé una vivienda. Sin embargo, si esa misma persona, se encontrara frente a su padre, con quien está enemistado, a quién abandonó quebrándole el corazón por su rebeldía y obstinación, la petición cambiaría. Primeramente se acercaría y quizás, llorando le confesaría lo mal que se siente por todo lo que ha hecho, le pediría perdón, y luego recién le hablaría de sus necesidades.
Ante Dios, no es cuestión de ir y pedirle, sino primeramente, acercarse, confesándose pecador, y sin querer negociar con él, entregarse completamente, dejando que Cristo entre en nuestra vida, recibiéndole como Salvador.
Perdonados y reconciliados, podemos entonces, acercarnos “confiadamente al trono de la gracia para alcanzar misericordia… (Hebreos 4:16)
Pensamientos para reflexionar