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“Habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo” (2 Pedro 1:4-8)
Pedro les escribió a creyentes que habían mostrado una fe preciosa recibiendo a Cristo como Salvador creyendo en él como el Hijo de Dios, y que debían mantenerse firmes en su fe, frente a herejías destructoras de falsos maestros, libertinaje, y un sin fin de males, al igual que nosotros que vivimos en estos tiempos finales de la iglesia en la tierra.
Nosotros, también debemos administrar nuestra fe con esos siete elementos. (Siete es el número que alegóricamente nos habla de algo completo, perfecto, cabal).
A nuestra fe es necesario añadirle virtud. La virtud es la energía, la fuerza y la valentía que encontramos en hombres como David, y que vemos que faltó en personas como Lot que, aunque afligía su alma justa cada día no pudo salir de Sodoma sino hasta que Dios lo sacó.
A la virtud, es necesario añadirle conocimiento, pues, lógicamente, si es malo ser quedado en la fe, también es malo obrar decidiendo sin discernimiento espiritual, por lo cual debemos crecer en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Y al conocimiento, administrarle dominio propio, que es el gobierno de uno mismo; y que fue lo que le faltó a Sansón a pesar de ser un hombre tan fuerte y bendecido, y que se manifestó tan maravillosamente en José que supo guardarse en pureza, conservando su fe y esperanza en Dios.
(Continua en la parte II)
Pensamientos para reflexionar
