
“Mirad, pues, cómo oís…” (Lucas 8:18)
“Recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas” (Santiago 1:21)
“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12)
Una creyente algo susceptible, solía decirle al predicador: ¡Qué de palos me dio hoy hermano! ¿Eso que dijo en la reunión, lo decía por mí, verdad? Y una y otra vez el hermano le explicaba que no había nada personal en las predicaciones. Que si hubiera querido decirle algo, lo hubiese hablado fuera de la reunión. Pero que, sin embargo, debía tener presente, que lo que dice en su Palabra, sí se lo dice a ella. Y así cada persona también debe pensar: Dios hoy me está hablando por su Palabra. Esto que dice la Biblia, me lo dice a mí. “Porque estas cosas… están escritas para amonestarnos a nosotros” (1 Corintios 10:11)
Lógicamente, es bueno ver de cada texto el contexto, saber a quién está dirigido en un primer momento, etc. De esa manera tendremos una mejor comprensión de los pasajes bíblicos. Pero, luego, las enseñanzas del texto, las debemos aplicar a nuestra vida y a nuestra situación. No podemos descartar la Palabra como hacen algunos diciendo: Eso era para Israel. Aquello otro, era para los corintios y en ese momento. Estas porciones prácticas son para tal hermano, etc. Y así desentendernos. Hay un aforismo que dice: No toda la Escritura habla de nosotros, pero sí, toda la Escritura nos habla a nosotros. Entonces recordemos: Los hermanos no lo dicen por mí, pero, Dios por su Palabra me estuvo hablando a mí.
Pensamientos para reflexionar