“Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley. Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos” (1 Corintios 9:20-22)
Cuando Pablo decía, me he hecho a los judíos como judío, etc. No quería decir lo que muchos comprenden, tomando esos pasajes para darse licencias y hacer cosas que Dios no quiere, bajo el argumento de que el fin justifica los medios.
Pablo fue un ejemplo como siervo de Cristo. Al estar con los judíos, hablaba como ellos, como alguien de su misma cultura y linaje, pero les hablaba de Cristo. Cuando hablaba con aquellos celosos de la ley, él no los enfrentaba con sus libertades en Cristo de poder comer lo que quisiese, ni tomando posturas que lo harían ver como alguien que quebrantaba la ley, pero adoptaba esa postura, sin negar a Cristo, ni invalidar los principios y verdades bíblicas. Lo mismo hacía al hablar con los gentiles, hablándoles de igual a igual, pero no dándoles a entender que ya que no estaban bajo la ley podían hacer lo que les plazca, sino siempre con la verdad, con el propósito de llegarles con el mensaje de Jesucristo.
Algunos malinterpretan estas expresiones y dicen: Yo hago como Pablo, me hago a todos para que se den cuenta que no soy un religioso y poder predicarles, pero lo hacen hasta negando los mandamientos del Señor y los principios de santidad, yendo por ejemplo a lugares de ídolos y participando de pecados ajenos. Y eso, evidentemente, no es lo que hacía Pablo.
Pensamientos para reflexionar