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“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20)
“Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Colosenses 3:1,2)
Satanás, induce a los creyentes a pensar y vivir al revés de cómo deberían, por eso, muchos creyentes piensan que deben primeramente cumplir con todas sus responsabilidades laborales, civiles, familiares y humanas y una vez que cumplen con todas las exigencias de la vida, el tiempo y la fuerzas que queden son para dedicarlas al Señor. Acomodando su “vida cristiana”, a su vida humana.
¡Cuidado hermanos! Eso no es así. Lógicamente, todos vivimos sobre la tierra y mientras estemos aquí debemos trabajar, estudiar y vivir con responsabilidades terrenales. Pero eso, sin olvidar, que los que somos de Cristo, hemos muerto, y nuestra vida está escondida con Cristo en Dios. (Colosenses 3:3) Al encontrar a Cristo encontramos la vida, una vida nueva. La vida antigua ya pasó. Ahora, lo que vivimos en la carne lo vivimos en la fe del Hijo de Dios (Gálatas 2:20) Nuestras prioridades y objetivos cambiaron. Todo en la vida cambió. Por eso, si bien vivimos y nos responsabilizamos de nuestra vida, el cristiano coloca a Cristo primero en todo, y las cosas que son de Cristo Jesús, como preferente asunto de su alegría. (Salmo 137:6)
No somos primeros nosotros y luego Cristo. Cristo es el centro que nuclea todo cuanto hacemos mientras estamos en este cuerpo. Por eso, los creyentes no servimos al Señor y nos congregamos cuando tenemos tiempo únicamente, sino que todo lo vivimos en Cristo.
Pensamientos para reflexionar
