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Jesús dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:28,29)
“A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche. ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y… y se deleitará vuestra alma” (Isaías 55:1,2)
La Biblia dice: “El hombre nacido de mujer, es corto de días, y hastiado de sinsabores (Job 14:1) Siendo así la vida del hombre, no es de extrañar que haya personas que cuando atraviesan ciertas crisis quieran terminar con su vida. En realidad, no es que no quieran vivir, sino que no quieren vivir lo que están viviendo. Si la vida se les presentara de otra manera entonces sí tendrían ganas de seguir adelante. De lo contrario, sienten como que ya no dan más.
Es común que quien sufra, piense que nadie lo entiende. Pero no es así. Jesús lo entiende y quiere darle una vida nueva. La solución no es el suicidio, sino reconciliarse con Dios para comenzar una vida nueva. Una vida dirigida por Dios y no por nosotros mismos con nuestros caprichos y voluntad. Una vida de paz, tal como Dios la pensó para nosotros cuando nos hizo. Dios nos hizo para que vivamos felices en su comunión no para que nos hagamos daño. El mal, el dolor, el pecado y la muerte no los originó Dios para que nosotros lo experimentemos. Él nos preparó otras cosas.
Por eso, este es el momento de terminar con la vida pasada, de curar las heridas emocionales, de aceptar a Cristo como salvador. Ábrele tu corazón, confiésale todos tus pecados, entrégale tu vida. Cristo quiere ser tu salvador. Hazlo, ¡jamás te arrepentirás!
Pensamientos para reflexionar
