“Hazles entender el diseño de la casa, su disposición, sus salidas y sus entradas, y todas sus formas, y todas sus descripciones, y todas sus configuraciones, y todas sus leyes; y descríbelo delante de sus ojos, para que guarden toda su forma y todas sus reglas, y las pongan por obra” (Ezequiel 43.11)
La Palabra de Dios obra en nosotros como un antídoto, como un remedio que cura, y también como una vacuna que previene los males.
En las epístolas tenemos la descripción de males que aquejaron a la iglesia: Legalismo, espíritu de división y carnalidad, vanagloria… atentando contra la verdad que debe ser mantenida y defendida en la Iglesia. En esas situaciones, los apóstoles utilizaron siempre la Palabra de Dios, viva y eficaz.
Todo eso quedó escrito para nosotros, para que el remedio suministrado, sea lo que nos ocupe como una vacuna que prevenga la suerte de males que se viven alrededor nuestro
Si en la congregación nos ocupamos de la doctrina de la Iglesia y de las responsabilidades del creyente, “para que sepamos cómo debemos conducirnos en la Casa de Dios que es la iglesia del Dios viviente” (1Timoteo 3:15) El Señor será glorificado en nuestro medio.
Es fácil prevenir males, hablando de cosas que aún no vivimos en nuestro medio. De lo contrario, cuando veamos mundanerías, actos de desobediencia o cosas por el estilo, dentro de la congregación; el tratamiento y la cura se harán más difíciles. Costará mucho poder hablar de eso sin que se ofendan y sin que el enemigo gane ventaja sembrando la desunión entre los hermanos, por medio de quienes defiendan esas nuevas posturas o juzguen inconveniente la forma en la que se tratan.
Pensamientos para reflexionar