La Biblia nos habla de un hombre llamado Jabes. “Y Jabes fue más ilustre que sus hermanos, al cual su madre llamó Jabes, diciendo: Por cuanto lo di a luz en dolor. E invocó Jabes al Dios de Israel, diciendo: ¡Oh, si me dieras bendición, y ensancharas mi territorio, y si tu mano estuviera conmigo, y me libraras de mal, para que no me dañe! (1 Crónicas 4:9,10)
La Biblia no nos da mucha información sobre Jabes, sin embargo, nos dice lo suficiente, para que llevemos a la práctica con el ejemplo de su vida, lo que está escrito: “Considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe” (Hebreos 13:7)
Generalmente, en nuestras culturas, los niños llevan los nombres de los padres o los abuelos, o en todo caso, se busca un nombre atractivo que generalmente, suele estar a la moda por original y llamativo. En tiempos bíblicos no era tan así, Por lo general, encontramos que los nombres eran muy significativos. Se dice muchas veces: …Y llamó su nombre <de tal o cual manera>, Porque dijo… etc. etc. Un ejemplo de esto lo tenemos en el caso del hijo que David tuvo con Betsabé, quien había sido mujer de Urías heteo. David engendró a Salomón y dice la Palabra: Y llamó su nombre Jedidías a causa de Jehová. Y esto significa. “Amado de Jehová” (2 Samuel 12:25)
Así que aquel que decía su nombre, le daba, a quien lo escuchaba, la oportunidad de sacar una conclusión, pues tenía en su nombre el significado.
En el caso de Jabes, podemos pensar que, le pusieron un nombre que nadie hubiera querido tener. Su madre lo dio a luz en dolor y le puso por nombre Jabes que significa DOLOR. (1 Crónicas 4:9) El que escuchaba el nombre de Jabes pensaba automáticamente: Este, es <quien trajo dolor, o quien causa dolor>. De esa manera, Jabes, cada vez que decía su nombre, podía sentirse avergonzado, renegado de su destino, enojado con su madre, o simplemente victimizarse, actuando en consecuencia aceptando el significado de su nombre.
En nuestro tiempo, una persona como Jabes, también podría haberse sentido completamente abatida. Vemos infinidad de personas sufrir, justificándose con frases tales como: “Y bueno, yo soy así, nací así” “Siempre mis padres me dijeron que yo no era como mis demás hermanos” “Siempre me dijeron: no vas a poder, eres torpe, nunca serás nadie” o frases por el estilo que las personas terminaron creyendo, y que, por ende, nunca trataron de superarse.
Con Jabes pasó lo contrario, aquel que causó dolor, terminó siendo más ilustre que sus hermanos. Esto nos hace detenernos a pensar y a preguntarnos: ¿Cómo habrá hecho para lograrlo?
Felizmente, la Biblia lo dice. “Invocó el nombre del Dios de Israel” Le volcó su corazón en oración, y aunque de manera breve, fue muy conciso, quedando en el registro sagrado tales palabras para nuestra enseñanza.
La oración de Jabes fue la siguiente: “Oh si me dieras bendición, y ensancharas mi territorio, y si tu mano estuviera conmigo, y me libraras del mal. Y le otorgó Dios lo que pidió”
Jabes invocó a Dios, clamó a Dios, se dirigió en oración para pedirle de corazón algo que Dios le terminó concediendo.
Analicemos su breve oración, y si en algo nos sentimos identificados, recordemos las palabras del Señor Jesús que dijo: “Entonces ve y haz tú lo mismo” (Lucas 10:37)
La oración que veremos tiene cuatro puntos que están bien unidos entre sí. Separados y en otro contexto podrían haber sido hasta inconvenientes, pero así, como están narrados, fueron del agrado de Dios.
1 – Invocó Jabes al Dios de Israel diciendo: ¡Oh si tú me dieras bendición!
No le dice a Dios que tipo de bendición debe darle, le pide simplemente su bendición. Todas las personas quisieran ser bendecidas por Dios, “Porque la bendición de Jehová enriquece, y no añade tristeza con ella” (Proverbios 10:22) Pero, ante este deseo común a todos los hombres, debemos tener en cuenta una cosa fundamental. Todo aquel que se encuentra alejado de Dios, sin la seguridad de la salvación de su alma, y por lo tanto ignorando donde pasará la eternidad, es necesario primeramente que piense, primeramente, en “la bendición del evangelio de Cristo” (Romanos15:29) La que nos enseña y nos habla, de que “Dios, habiendo levantado a su Hijo Jesús, lo envío para que nos bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad” (Hechos 3:26) Ya que “en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en el que podamos ser salvos” (Hechos 4:12)
Como conclusión podemos decir que cuando escuchamos el clamor: “Oh si me dieras bendición” debemos ser conscientes que toda persona necesita primeramente la bendición de la salvación. Reconciliarse con Dios, recibir a Cristo como Salvador, y entonces sí, entrar en el disfrute de las verdaderas y eternas bendiciones que tenemos de allí en adelante, en comunión con Dios. “que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo” (Efesios 1:3). De lo contrario, no sería bendición propiamente dicha: “Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Marcos 8:36)
2 – Siguiendo su invocación dijo: “Y ensancharas mi territorio”
En tiempos bíblicos, la tierra pasaba de padres a hijos como una herencia. Esta porción era muy estimada, y Jabes deseaba más. Si ya te has reconciliado con Dios y tienes a Cristo como el Señor y Salvador de tu vida, él se gozará en ensanchar tu territorio sin mezquindad. ¿En qué sentido quisieras que Dios ensanche tu territorio? Quizás, en tu corazón está el vivo deseo de formar un hogar, o teniendo un hogar, deseas en tu corazón la bendición de la llegada de un hijo. Quizás, sean otros tus deseos, y pasen más, porque Dios te bendijera ensanchando tu campo de acción de trabajo, o de servicio cristiano. Sea cual fuere tu deseo de “ensanchar el territorio “que Dios te ha confiado, piénsalo en dependencia de Dios y pídeselo que, seguramente, él te contestará dándote lo que fuese mejor. Pero se fiel en lo que tienes ahora, porque, “si en lo poco haz sido fiel, en lo mucho te pondré” dijo el Señor (Mateo 25:21)
Dios se goza en ver que sus hijos le pidan más para usarlo para Su gloria y no se conformen con lo mínimo indispensable como aquellos que no quieren tener más responsabilidades.
3 – A continuación, viene una expresión sumamente importante. “Y si tu mano estuviera conmigo”
Ser bendecido por Dios, recibir mayores responsabilidades, pero no contar con la mano del Señor en ello sería terrible. Cuanto más se nos confíe, más se nos demandará. Y esto es algo para tener en cuenta, tanto, cuando pensamos en la forma de adquirir las cosas, como en la forma de administrarlas. Los seres humanos desean un sin fin de cosas, y a veces teniendo esos deseos, no les importa mucho el camino por el cual transitan para obtenerlos. ¡Fatal error! Aunque las cosas deseadas sean totalmente legítimas, inocentes y buenas, debemos esperarlas de parte de Dios. Que su mano esté allí otorgándonoslas y su mano esté con nosotros para poder disfrutarlas, cuidarlas y administrarlas para su gloria. Si podemos confesar que el Eterno Dios es nuestro refugio, debemos reconocer que aquí abajo necesitamos constantemente el sostén de “sus brazos eternos” Deuteronomio 33:27
4 – Y finaliza la oración diciendo: “Y me libraras del mal para que no me dañe”
Este otro punto fundamental y lo vemos en esta oración dirigida por el Espíritu de Dios. El Señor Jesús les enseño a orar a sus discípulos con una expresión similar. “Líbranos del mal” Debemos tener muy presente este detalle: Así como existe Dios y es fuente de todo bien, existe también el mal, y está a nuestro alrededor.
El mal nos acecha y existe en este mundo desde que entró el pecado. Vemos a nuestro alrededor egoísmo, malicia, perversión, violencia y toda obra mala. Al ver todas estas cosas en nuestro entorno, debemos reconocer que también el mal está en nuestra carne, pues como está escrito en la Biblia “yo se que en mi carne no mora el bien” (Romanos 7:18) Por lo cual necesitamos doble cuidado.
Para que el mal no nos dañe, debemos creer la Palabra de Dios y obedecerla. Ella nos dice, no que evaluemos y consideremos lo que está bien y lo que está mal, para luego poder cuidarnos, sino que exponiéndonos claramente lo bueno y lo malo, nos exhorta diciendo: “absteneos de toda especie de mal” Así evitaremos la tristeza de tener que hacer malas experiencias. “porque el avisado ve el mal y se esconde, más los simples pasan y llevan el daño” (Proverbios 22:3)
¡Cuantas veces hemos sucumbido ante el mal! Y no pensemos en el mal en sus formas más groseras solamente, sino pensemos hasta en los detalles más pequeños que echan a perder nuestro gozo y paz. ¡Cuántas veces el mal nos dañó, cuando, habiendo sido objetos de una desconsideración, de una mala acción por parte de alguna persona, hemos combatido a la “carne” con nuestra “carne”! Si obramos así, verdaderamente el mal nos dañó.! El Señor Jesús, no respondía a la maldición con maldición, cuando padecía, no amenazaba, sino, encomendaba la causa al que juzga justamente. (1 Pedro 2:23) Si el mal humor de aquellos que están a nuestro alrededor, nos pone de mal humor, debemos reconocer que “hemos sido vencidos de lo malo y no pudimos vencer con el bien el mal” (Romanos 12:21)
No podremos evitar ver el mal mientras estemos sobre esta tierra, porque sobre esta tierra los hombres le dieron la espalda a Dios; pero si podemos pedir ser guardados del mal para que este no nos dañe.
Toda fuerza del mal es superior a las fuerzas del hombre. Jamás ningún hombre, que no sea Jesucristo, pudo levantarse sobre los poderes del mal y vencerlos. Pero él lo hizo, y para todos aquellos que lo han recibido, su poder y cuidados, están disponibles.
Muchos podrían identificarse con Jabes, creyendo que llevan consigo siempre el dolor, o reconociendo que han causado en su vida mucho dolor. Habrá quienes reconocerán que el dolor causado no puede remediarse, y esto los tortura y aparta de muchos círculos, resignándolos a su condición. Quizás, haya otros que estén atados a cosas de las cuales no vean la salida, y piensen que, hagan lo que hagan, no podrán evitar causar mucho dolor. Para todos los casos en los cuales el alma se sienta ligada de alguna manera al dolor; quisiéramos decirles que hay esperanza, y esa esperanza es Cristo Jesús. “El sacará tus pies de la red” (Salmo 25: 15) “Vuelve ahora en amistad con él, y tendrás paz; y por ello te vendrá bien. Toma ahora su ley en tu boca y pon sus palabras en tu corazón. Si te volvieres al Omnipotente serás bendecido; alejarás de tu tienda la aflicción” (Job 22:21-23)
Si Jabes, como un hombre ligado al “dolor” te hace pensar en algún aspecto de tu vida; que sea también la oración de Jabes, el ejemplo que sigas.
Recuerda: La Biblia dice que Jabes no se resignó, sino que “Jabes oró, y le otorgó Dios lo que le pidió” (1 Crónicas 4:10) Por eso, ve, entrégale tu corazón a Cristo, recíbelo como tu único y suficiente Salvador y pensando en el dolor que sientes y en la actitud de Jabes, “ve y haz tu lo mismo” (Lucas 10:37)
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