“Ay de los hijos que se apartan, dice Jehová, para tomar consejo, y no de mí; para cobijarse con cubierta, y no de mi espíritu, ¡añadiendo pecado a pecado! Que se apartan para descender a Egipto, y no han preguntado de mi boca; para fortalecerse con la fuerza de Faraón, y poner su esperanza en la sombra de Egipto. Pero la fuerza de Faraón se os cambiará en vergüenza, y el amparo en la sombra de Egipto en confusión” (Isaías 30:1-3)
Isaías declara un “AY” sobre aquellos que se apartaban de Dios confiando en la fuerza del hombre. En el contexto bíblico esto sucedió cuando los israelitas por temor a los asirios se apartaban buscando socorro en Egipto, lugar del cual habían sido liberados, pecando contra Dios.
Esto nos habla elocuentemente al corazón, porque “estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros” (1 Corintios 10:6) Y aplicándolo espiritualmente, encontramos una simbología bien clara y muy aleccionadora.
El hombre por naturaleza tiende a hacer su voluntad. Sin confianza en Dios y hallándose en tinieblas, huye de la luz. (Juan 3:20) Abandona a Dios y busca ayuda en los recursos de este mundo, figura de Egipto (Apocalipsis 11:8) Se apoya en el hombre y cae bajo lo que está escrito: “Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne (El brazo de carne, la confianza en el hombre) por su brazo (Los brazos eternos de Dios), y su corazón se aparta de Jehová” (Jeremías 17:5)
Así obra el hombre para con Dios. Hay una tendencia que se acentúa desde la juventud, de apartarse buscando una cubierta, pero no espiritual. Descendiendo a Egipto, yéndose al mundo, para hacer su voluntad. Luego en Egipto ven como todo eso les trae solamente vergüenza y confusión, desesperación y angustia y solo cuando se vuelven a Dios y reciben a Cristo como salvador, hallan descanso para sus almas.
Pensamientos para reflexionar
