“Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” (Efesios 5:25)
“Habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró” (Mateo 13:46)
La iglesia del Señor se asemeja a una perla, por la cual el Señor, como un buen mercader, dio todo cuanto tenía para hacerla suya (Mateo 13:45,46)
Es sorprendente la sabiduría de Dios revelándonos cosas abstractas y sublimes, a través de cosas naturales que podamos comprender fácilmente.
La iglesia se asemeja a una perla. Perla significa PURA. Es una gema preciosa de mucho valor, que no nace perla, sino que procede de un ser vivo que reacciona y la forma. Tal como la Iglesia, la perla es sacada de las profundidades de las aguas, figura de las naciones (Isaías 57:20) así como los creyentes somos sacados de las profundidades del pecado y de toda lengua, linaje, pueblo y nación.
La perla es una piedra preciosa distinta al diamante por ejemplo, el cual puede ser dividido y mantener su valor. La perla, nos habla como la Iglesia, de una unidad perfecta que no debe ser dividida.
Hay perlas cultivadas, donde la mano humana asegura y adelanta el proceso de formación. Esas perlas llegan a ser mayores en tamaño, y más refulgentes. Pero los joyeros saben que no tienen el valor de las naturales. Así sucede cuando el hombre mete su mano en la Iglesia, y produce las cosas. Las hace llamativas y sorprendentes, pero deja de lado el trabajo de Dios, que es lo que le da el verdadero valor.
Pensamientos para reflexionar