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“Y sirvieron a sus ídolos, Los cuales fueron causa de su ruina” (Salmo 106:36)
“Serán vueltos atrás y en extremo confundidos los que confían en ídolos, y dicen a las imágenes de fundición: Vosotros sois nuestros dioses” (Isaías 42:17)
“No tienen conocimiento aquellos que erigen el madero de su ídolo, y los que ruegan a un dios que no salva” (Isaías 45:20)
Al ver las distintas formas de idolatría, la gente dice: ¡Cuánta necedad! Sin embargo, todos los seres humanos, separados de Dios por causa del pecado, para llenar ese vacío en sus almas, antes de arrepentirse, cayeron en la idolatría. En su necedad, imaginaron y crearon sus propios dioses. Dioses que pudieran manejar a su antojo y a los cuales invocar cuando las cosas superaren sus capacidades. A esos dioses, no tienen inconveniente en honrarlos y ofrecerles cosas. Pues, así tranquilizan sus conciencias. Al ídolo, gustosamente le ofrendarán su dinero y presentarán sacrificios. Total, el ídolo no les exigirá que se porten bien, ni que se arrepientan y cambien de vida.
Esto, de ninguna manera puede darles paz y tranquilidad, ni muchos menos la salvación. Pero, prefieren eso, antes que, al verdadero Dios, aunque Dios les ofrece todo. Porque a Dios no pueden manejarlo, y él los llama al arrepentimiento y a la conversión, que es justamente lo que no quieren.
Confiar en cualquier forma de idolatría, ya sea cristiana, o del más oscuro paganismo, es una locura. Es apoyarse en un báculo de caña, “en el cual si alguien se apoyare, se le entrará por la mano, y la atravesará” (Isaías 36:6)
Por eso, la Biblia dice: ¡Huyan de la idolatría! (1 Corintios 10:14) Y busquen a Dios, mientras puede ser hallado, haciéndoles saber que Él, será amplio en perdonar (Isaías 55:6,7)
Pensamientos para reflexionar
