
“Dijo Jehová: Poco es para mí que tú seas mi siervo para levantar las tribus de Jacob, y para que restaures el remanente de Israel; también te di por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra” (Isaías 49:6)
Si comprares siervo hebreo, seis años servirá; mas al séptimo saldrá libre, de balde.
Si entró solo, solo saldrá; si tenía mujer, saldrá él y su mujer con él.
Si su amo le hubiere dado mujer, y ella le diere hijos o hijas, la mujer y sus hijos serán de su amo, y él saldrá solo. Y si el siervo dijere: Yo amo A MI SEÑOR, a MI MUJER y a MIS HIJOS, no saldré libre; entonces su amo lo llevará ante los jueces, y le hará estar junto a la puerta o al poste; y su amo le horadará la oreja con lesna, y será su siervo para siempre. (Éxodo 21:2-6)
Aquí encontramos una hermosa analogía con nuestro Señor, el verdadero Siervo hebreo que satisfizo en todo el corazón de Dios. (Isaías 42:1)
El siervo servía seis años y el séptimo salía libre. Si su Señor le daba una esposa, debía salir solo, ya que la esposa y los hijos eran posesión de su amo.
Sin embargo, tal como sucedió con el Señor Jesús, por amor a su Señor, a su esposa (la iglesia) y sus hijos (Los salvos de todos los tiempos) fue llevado hasta el madero de la cruz, y allí fue horadado. (Salmo 22:16)
¡Qué amor maravilloso el suyo! Fue crucificado, nos salvó, y permanece siervo para siempre. (Lucas 12:37, Hebreos 7:25)
Pensamientos para reflexionar