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“Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo. El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él” (1 Juan 3:8,9)
El apóstol Juan en su primera epístola, menciona varias veces al que practica el pecado (Cap. 3:8 y 9 y 5:18) Y en el desarrollo del capítulo 3 sigue ese pensamiento para describir a quien vive en pecado, quien hace pecado. Quien actúa así en un presente continuo. Eso manifiesta que tal persona no es un hijo de Dios. Allí no se trata de un creyente, sino de alguien que carece de la vida divina, de la simiente de vida en sí mismo.
Si alguien juega con sus hijos un partido de futbol, quien lo ve podría pensar: Esa persona practica ese deporte. Sin embargo, esa persona lo hizo esa vez, pero no es su práctica habitual. Es algo que pasó ocasionalmente. No así los deportistas que viven practicando ese deporte. Así sucede con el pecado.
Un creyente, puede pecar. Y de hecho peca muchas veces luego de su conversión, pero esa no es su forma de vida. El pecado en el creyente es como un accidente, pues le ha sido comunicada una naturaleza nueva que repudia el pecado, pues es la naturaleza divina (2 Pedro 1:4) En cambio, los que no son de Dios, viven el pecado como una práctica habitual.
Por esto que venimos viendo, es necesario saber cómo tratar el tema pecado, sabiendo diferenciar cuando alguien comete un acto pecaminoso, y cuando alguien vive en la práctica del pecado.
Pensamientos para reflexionar
