“¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos” (Salmo 19:12)
“Enséñame tú lo que yo no veo; Si hice mal, no lo haré más” (Job 34:32)
“El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” (Proverbios 28:13)
En el hall de un aeropuerto, una mujer hacía la fila ante la sala de embarque, esperando pasar por el escáner donde debía colocar su bolso de mano. Todo estaba bien controlado: Peso, elementos permitidos para llevar a bordo etc. Sin embargo, al pasar por el escáner, sonó la alarma. Miraron y no encontraron nada prohibido. Volvieron a pasar el bolso y la alarma sonó nuevamente. Revisaron y descubrieron que era un par de aros de metal que la mujer no recordaba haberlos guardado, los que estaban impidiendo que continuara.
Esta escena común en los aeropuertos, le hizo pensar a esa mujer que era una creyente, en cuantas cosas imperceptibles a simple vista que no recordamos ni tenemos en cuenta, pero que detecta el escáner divino, son las que interrumpen nuestra comunión con Dios. ¡Cuánta razón tenía David al pedirle a Dios que lo libre de los errores que le eran ocultos! (Salmo 19:12) Cosas que quedaron muy dentro nuestro, y no nos dimos cuenta.
Un enojo, la falta de perdón por una ofensa recibida, celos, o cosas de nuestro carácter que tomamos como naturales porque forman parte de nuestra personalidad, pero que a Dios no le gustan, son las que muchas veces no nos dejan ir hacia adelante.
Pidámosle al Señor que nos muestre todo lo que él no le agrada y nos entorpece y saquémoslo de nosotros confesándolo al Señor.
Pensamientos para reflexionar
