“Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra” (Romanos 13:7)
“Nuestras iniquidades se han multiplicado sobre nuestra cabeza, y nuestros delitos han crecido hasta el cielo” (Esdras 9:6)
Con Dios tenemos una deuda que no podemos pagar.
Nuestras iniquidades, son nuestras injusticias, y dice la Biblia “toda injusticia es pecado” (1 Juan 5:17) Nuestros delitos, son las acciones contra la ley, Y escrito está: “el pecado es infracción a la ley” (1 Juan 3.4) Por lo tanto, podemos preguntarnos: ¿Cómo podríamos pagar a Dios por nuestros pecados? ¿Podríamos pagar con dinero, con sacrificios, con promesas de no volver a pecar y de hacer, en lo sucesivo buenas obras que equiparen todo lo malo hecho? ¡Imposible! Pues el hombre mientras viva seguirá pecando y generando deuda, pero, imposible, primeramente, porque la paga del pecado, estipulada por Dios, es la muerte. (Romanos 6.23)
Muerte física, separación del espíritu del cuerpo, y muerte espiritual, es decir separación de Dios, “Eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder” (2 Tesalonicenses 1:9) Esto ningún ser humano, puede pagarlo por otro, ni pagarlo sin sufrir la pena de eterna perdición.
La única manera de arreglar las cuentas con Dios, es creer en Cristo, aceptando su muerte sustitutoria allí en la cruz del calvario, donde él murió por nuestros pecados. De lo contrario, para los que rechazan esta gracia, les queda pagar a ellos mismos, lo cual será algo terrible.
Por eso, Dios dice, mientras aún hay tiempo: “cree en el Señor Jesucristo y serás salvo” (Hechos 16:31)
Pensamientos para reflexionar