
“Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos 4:7)
“Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios” (Romanos 2:5)
Dios dice en su Palabra que la salvación es enteramente de él, por gracia, mediante la fe. Para que nadie se gloríe sintiéndose más virtuoso que otro.
Por eso, para que haya una salvación efectiva, Dios trabaja en el corazón de los hombres. En ese trabajo interno que produce Dios, se destaca la obra de arrepentimiento. Que es la obra que manifiesta como el ser, reconoce y repudia todo lo que ha hecho mal y que conduce a la confesión.
La causa por la cual muchos no pueden ser salvos, a pesar del deseo de Dios de salvarlos, es “la dureza de su corazón no arrepentido” (Romanos 2:5)
Nadie que pase a la eternidad sin estar a cuentas con Dios y por ende perdido, podrá decirle al Señor: ¡Tú no has querido salvarme! Yo nací ya predestinado al infierno… Pues en la presencia de Dios, reconocerá como durante su vida rechazó la gracia de Dios cuando se lo llamaba al arrepentimiento. Cuando Dios, por diversos medios, le mostraba que estaba haciendo las cosas mal.
Las excusas para no recibir a Cristo aceptando lo que Dios dice por medio de su Palabra son incontables, Pero en realidad poco importan, pues todas, manifiestan corazones duros de incredulidad.
Lo importante es que las personas le crean a Dios, y mientras puedan hacerlo, reconozcan su estado de perdición y arrepentidos, reciban a Cristo como su salvador.
Pensamientos para reflexionar