Así hombres como mujeres, todos trajeron cadenas y zarcillos, anillos y brazaletes y toda clase de joyas de oro; y todos presentaban ofrenda de oro a Jehová. (Éxodo 35:22)
Siendo Jesucristo el único fundamento, ahora resta edificar, prestando atención en que materiales utilizamos para que la iglesia de Dios crezca.
“Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta;…pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará” (1 Corintios 3:12,13)
El oro es el metal precioso que nos representa a Dios y a su justicia divina. Ambos, inalterables.
La plata es el metal que nos habla de la redención. (Éxodo 30:13-15)
Las piedras preciosas, nos representan los matices de las glorias de Cristo: Santidad, justicia, amor, dependencia al Padre…
Madera, heno, hojarasca, nos hablan de cosas terrenales, perecederas, fáciles de conseguir. De mucho volumen al agruparlas, sugiriéndonos cosas grandes, pero finalmente de poco valor.
Cuando alguien predica a Jesucristo, como el Hijo de Dios, crucificado, muerto y resucitado, Está edificando con oro, plata y piedras preciosas; y los que se convierten al escuchar ese mensaje, pasan a formar parte del edificio de Dios
Por el contrario, predicar un evangelio de prosperidad y milagros, manipulando psicológicamente a las personas, puede atraer multitudes. Pero, de todo ese inmenso trabajo, ¿qué quedará finalmente al pasar por el fuego escudriñador del Señor? Será como heno, madera, hojarasca. Y ningún edificador recibirá recompensa por haber trabajado con esos materiales.
Pensamientos para reflexionar
