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“Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Santiago 1:17)
“Porque yo Jehová no cambio; por esto… no habéis sido consumidos” (Malaquías 3:6)
Hay personas que creen que Dios es un ser cambiante. Dicen que los confunde ver a un Dios que a través de los siglos haya cambiado tanto. Realmente, estas declaraciones sorprenden a los cristianos, pues si de algo estamos seguros es que Dios no cambia, pues es el mismo, ayer, hoy y por los siglos. (Malaquías 3:6, Santiago 1:17, Hebreos 13:8)
Lo que sucede, es que para quienes no comprenden la Palabra de Dios, ver los distintos tratos de Dios a través de los tiempos, les hace pensar que Dios ha cambiado. En realidad Dios no cambió en su ser, su naturaleza ni su gracia para con nosotros. Lo que fue distinto a través del tiempo, fueron sus tratos para con los hombres, pues esos tratos, fueron los justos y necesarios acordes a la dispensación que estaban viviendo. Dios, es un ser demasiado grande para que el hombre con su mente finita, limitada y estropeada por el pecado y sus consecuencias puedan comprenderlo e interpretarlo. Debido a eso, se fue revelando progresivamente dándose a conocer y llevando al hombre a la condición adecuada para concretar sus propósitos de manera perfecta.
Dios no cambia. Su gracia, naturaleza y sus atributos fueron siempre los mismos, por eso, desde el primer salvo hasta el último, todos son salvos por gracia mediante la fe, no importa el momento del tiempo en el que hayan vivido.
Continúa en la parte 2
Pensamientos para reflexionar
