“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que traza rectamente la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15 RVR77)
“La palabra, pues, de Jehová les será mandamiento tras mandamiento, mandato sobre mandato, renglón tras renglón, línea sobre línea” (Isaías 28:13)
“La suma de tu palabra es verdad, Y eterno es todo juicio de tu justicia” (Salmo 119:160)
La Palabra de Dios es perfecta y debemos tomarla en un todo, no como sucede muchas veces que, por una cuestión de interpretación personal, o conveniencia, hay partes que no se tocan, y otras que por el contrario se sobreestiman colocándolas por encima del resto de la revelación.
Pensando en esto, alguien contaba la siguiente historia.
En un pueblo donde nunca habían visto a un elefante, un circo hizo participar a algunos espectadores con los ojos vendados para que se acerquen al elefante, lo palpen, y luego lo describieran.
El primero palpó la panza del animal, y tocó algo blando. El segundo, se acercó temeroso y palpó una pata firme y maciza, y un tercero fue por adelante y tocó los colmillos, los cuales le parecieron cuernos filosos.
Luego, al tener que describir lo que habían tocado para decir como se imaginaban que era un elefante, comenzaron las discusiones.
El primero dijo: El elefante es un animal grande, pero blandito. El segundo interrumpió diciendo: ¿Qué dices? Los elefantes son duros y estáticos como árboles… El tercero agregó, ¡nada que ver! Los elefantes son agresivos con cuernos afilados… Todos habían tenido una apreciación bastante parcial que les daba una apreciación distorsionada de lo que verdaderamente era un elefante para poder describirlo correctamente.
Así sucede con la Palabra, debemos trazarla bien, reconociendo tiempos y dispensaciones, para poder interpretar correctamente el pensamiento de Dios.
Pensamientos para reflexionar