
“Pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón. Y le daré sus viñas desde allí, y el valle de Acor por puerta de esperanza; y allí cantará como en los tiempos de su juventud, y como en el día de su subida de la tierra de Egipto” (Oseas 2:14.15)
“Por tanto, así dijo Jehová: Si te convirtieres, yo te restauraré, y delante de mí estarás” (Jeremías 15:19)
El regreso de Absalón, nos hace pensar en el cuidado que debemos tener de no mezclar los afectos, como David, cuando alguien vuelve de su pecado.
La palabra restaurar significa volver a lo recto. Se utilizaba también en medicina para describir la acción de ensamblar un hueso quebrado, y allí hay una gran enseñanza. Un hueso quebrado que ha soldado bien, se podrá volver a quebrar en cualquier otra parte, menos allí donde se hizo el callo óseo. Eso es porque hubo una verdadera restauración.
Entre los seres humanos pasa lo mismo. Si no queremos que vuelvan a suceder los hechos desagradables, el mal debe juzgarse. Uno no puede distanciarse y luego del sufrimiento volver a juntarse sobre la base que ya pasó el tiempo, o porque somos familia, sin que haya un verdadero reconocimiento de aquello malo que nos distanció; porque sería como volver a edificar en la arena.
En la congregación es igual, y todavía más solemne. Siempre se debe orar por aquellos que están fuera de la comunión de los santos y tratar de que vuelvan, pero, ante su regreso, el Señor debe manifestar en sus corazones que aquello que los alejó, es algo que han juzgado como perverso y que arrepentidos confiesan como pecado. Si el retorno a la comunión, se toma livianamente, pronto quien no haya juzgado su corazón lo manifestará nuevamente y será peor.
Pensamientos para reflexionar