“Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz” (Romanos 13:12)
“No participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas” (Efesios 5:11)
“No quiero que vosotros os hagáis partícipes con los demonios” (1 Corintios 10:20)
A pesar de la prohibición de Dios, ya que por medio de esta invocación las personas entablan contacto con espíritus demoniacos que se presentan simulando ser otros, Saúl va adelante para averiguar qué es lo que acontecerá. La adivina hace su práctica, pero algo raro sucede. Algo que la sorprende, porque no es habitual. Y es justamente porque no aparecen espíritus como siempre, sino que ve claramente dioses que suben de la tierra y describe a uno: Samuel. Samuel aparece, reprende a Saúl citándole lo que dice la Escritura fielmente, cosa que jamás haría un espíritu demoníaco, y le anticipa que Dios los entregaría en manos de los filisteos y que al día siguiente moriría él y sus hijos. Sorprendente revelación es una prueba evidente que esto no provenía de un espíritu de adivinación sino de parte de Dios que permitió excepcionalmente que Samuel se presentara para hablarle de esa manera a Saúl quien estaba a la cabeza del pueblo de Dios.
Dios es soberano y hace lo que quiere, cuando quiere y donde quiere, pero estas son cosas que no eran habituales, sino que sucedieron en su tiempo y lugar por permiso de Dios.
Toda práctica similar a la de la adivina de Endor tiene una prohibición divina directa. Véase (Levítico 20:27, Deuteronomio 18:10, Isaías 8:19 Hechos 16:16-18) No por verdaderas, sino porque colocan a las personas en contacto con los demonios.
Pensamientos para reflexionar