PAZ, PAZ Y NO HAY PAZ

“¡Oh, si hubieras atendido a mis mandamientos! Fuera entonces tu paz como un río y tu justicia como las ondas del mar” (Isaías 48:18)


En tiempos de Jeremías, había quienes decían que hablaban de parte de Dios y proclamaban promesas de paz muy alentadoras. Esas profecías eran la que el pueblo deseaba oír.

Pero Dios dijo, por su verdadero profeta: Curan la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no hay paz” (Jeremías 6:14) Porque la base de la paz era el reconocimiento de su pecado y su vuelta a Dios, y justamente eso, era lo que el pueblo no hacía.

Esto que parece tan desatinado no debe sorprendernos, ya que en nuestros tiempos, también muchas veces pasa lo mismo.

Esto se ve, cuando, para atraer a los oyentes, se ministran promesas y porciones bíblicas sacadas de su contexto. Se identifica a la audiencia  con un sin fin de males y sufrimientos, y luego se les leen porciones de restauración, pero sin hablarles del arrepentimiento ni de conversión. Presentan a un Dios de amor, sin mencionarles lo que es el pecado que los aleja de Dios y condena.

Lógicamente, no es de extrañar, si después esas personas que no pasaron de muerte a vida,  dicen: “Esperamos paz, y no hubo bien; día de curación, y he aquí turbación” (Jeremías 8:15)

Tengamos presente que para gozar del perdón de Dios, de su paz y sus bendiciones, es necesario creer y recibir al Señor Jesús como único y suficiente salvador.


Pensamientos para reflexionar

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