
“Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él” (Juan 1:6,7)
Juan presenta el verdadero carácter de un siervo de Dios. Sirve en humildad y no deja de anunciar el mensaje de Dios.
No habla de sí mismo, se anonada. Y cuando le dicen:“¿Tú, quién eres? No aclara su parentesco con Jesús, ni se proclama profeta, aunque, como dijera el Señor, era el mayor de los profetas (Mateo 11:11) Confesó no ser el Cristo, cuando a muchos les hubiera gustado, dejar esto sin aclarar, al menos por un tiempo, para ganarse la admiración. Negó ser Elías, a quien el pueblo esperaba según (Malaquías 4:5) Negó ser el profeta anunciado por Moisés (Deuteronomio 18:15) Y ante la pregunta: ¿Qué dices de ti mismo? Solo se declara como una voz. (Ver Juan 1:19-27) La voz que habla al corazón del pueblo de parte de Dios para que acepten a Cristo. No se proclama un gran hombre para ser visto, sino una voz, para ser oído. Habla de quien no se considera digno de atar ni siquiera las correas de su calzado. Hace discípulos para Cristo y se goza viéndolos ir tras él (Juan 1 35-37) Y sabe que es necesario que el mengüe para que sea enaltecido el Señor Jesús. (Juan 3:30)
Juan, presenta claramente al cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1:29)
Ejemplo que debe seguir todo el que quiera servir a Cristo.
Pensamientos para reflexionar