
“En santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo” (1 Pedro 1.2)
“El marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos” (1 Corintios 7:14)
En la dispensación de ley, los hijos de un matrimonio mixto, sufrían restricciones y exclusiones en algunos contextos. En cambio, en la era de la Iglesia, los hijos de un matrimonio en las mismas condiciones, son llamados “*santos”. ¡Esta es una gran bendición!
¿Por qué a los hijos de un matrimonio, donde, aunque solamente uno de los cónyuges sea del Señor, se los llama santos? Porque por la gracia de Dios ellos son santificados para salvación.
Al carcelero de Filipos se le dijo: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú y tu casa” (Hechos 16:31) Siendo la salvación algo personal, ¿cómo podría cumplirse esa promesa en toda una familia? Porque cuando alguien recibe a Cristo, el salvador, entra en su vida y su casa. “Jesús le dijo a Zaqueo: “Hoy ha venido la salvación a esta casa” (Lucas 19:9) “Mediante la santificación por el Espíritu” (2 Tesalonicenses 2:13)
Dios quiere que todos los hombres sean salvos y llama a todos en su gracia, sin excepción. Pero, con los hijos de los creyentes, actúa de una manera especial. En su amor, los reclama de una manera particular haciendo sobre ellos una muralla separándolos de lo malo. A esto se refiere el término santos, pues Dios, apartándolos de los que las cosas que no dejan que oigan su voz llamándolos incansablemente, trabaja en ellos sin descanso hasta que se entreguen.
¡Bendito sea nuestro Dios!
*Santificar, en el lenguaje bíblico, significa poner aparte
Pensamientos para reflexionar