
“Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho. Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu… Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere” (1 Corintios 12:7,8 y 11)
La Palabra de Dios tiene enseñanzas preciosas. El libro del Éxodo nos muestra que, para la construcción del Tabernáculo que era la habitación de Dios, la edificación debía llevarse a cabo por personas que estuviesen bajo la acción y dirección del Espíritu, según las indicaciones que habían recibido de Dios. “Jehová ha nombrado a Bezaleel …y lo ha llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría, en inteligencia, en ciencia y en todo arte… para trabajar en toda labor ingeniosa. Y ha puesto en su corazón el que pueda enseñar” (Éxodo 35:30-35) Y el Señor dijo a Moisés: “Y alzarás el tabernáculo conforme al modelo que te fue mostrado en el monte” (Éxodo 26:30)
Sin duda en la antigua dispensación, el Espíritu de Dios obraba de distintas maneras, pero siempre se mantiene el mismo principio. Nadie puede edificar en la casa de Dios si no es bajo la dirección del Espíritu Santo.
Las personas pueden estudiar y prepararse en un instituto bíblico, seminario, etc. Pero ninguna capacitación teológica puede hacer de una persona un ministro de Cristo, pues para eso, se requiere haber recibido un don de parte de Dios. Tampoco las personas que han recibido dones espirituales, tienen poder en sí mismo para la edificación, sino son conducidos por el Espíritu que les ha conferido tal don, como lo muestra la epístola a los Corintios, donde obraban carnalmente, a pesar de los dones.
Pensamientos para reflexionar