“Vuestros pecados apartaron de vosotros el bien” (Jeremías 5:25)
“Aunque nuestras iniquidades testifican contra nosotros, oh Jehová, actúa por amor de tu nombre; porque nuestras rebeliones se han multiplicado, contra ti hemos pecado” (Jeremías 14:7)
Cuando Adán pecó (Génesis 3) comenzó el dolor, el miedo, la falta de paz, la enfermedad, la muerte…
Todo sufrimiento humano tiene su origen, directa o indirectamente, en el pecado.
Las consecuencias indirectas son las que recibimos como descendientes de Adán, quien nos representara como cabeza de la raza humana. Sin haber hecho nada para merecerlas.
Las directas, son las recibidas luego de haber pecado personalmente.
El dolor, el desasosiego, la falta de paz, no nos son ajenos, pero, hay una solución: Cristo.
Él, es como un antídoto ante las consecuencias del pecado.
Cristo es la solución para quien vive sin Dios y necesita la conversión. “Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado” (Salmo 32:1)
Cristo es la solución para quien siendo un hijo de Dios, ha pecado; pues, no hay dolor más grande que el de pecar, siendo un hijo de Dios; porque no sólo recibimos el mal del pecado mismo, sino, también, el dolor de haberle fallado a Dios. “Mientras callé, se envejecieron mis huesos En mi gemir todo el día… Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; Y tú perdonaste la maldad de mi pecado” (Salmo 32:3 al 5)
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9)
Pensamientos para reflexionar