¡AY DE LOS HIJOS QUE SE APARTAN!

¡Ay de los hijos que se apartan, dice Jehová, para tomar consejo, y no de mí; para cobijarse con cubierta, y no de mi espíritu, ¡añadiendo pecado a pecado! Que se apartan para descender a Egipto, y no han preguntado de mi boca; para fortalecerse con la fuerza de Faraón, y poner su esperanza en la sombra de Egipto” (Isaías 30:1)

Más “Si te volvieres al Omnipotente, serás edificado; Alejarás de tu tienda la aflicción” (Job 22:23)


Isaías cuenta como Judá, por temor al enemigo, quería aliarse con Egipto, buscando la solución en la fuerza de faraón y no en Dios. Y cómo este tipo de acciones, fueron, son y serán siempre una gran necedad.

Hay un Ay bien definido para quienes se apartan. (Isaías 30:1) Hoy en día es lo mismo. Todo aquel que se aparta de Dios, sufre las consecuencias. Aunque el apartarse es algo natural en el hombre sin Dios, jamás tendría que ser la parte de los creyentes. Sin embargo, a veces pasa, porque “EL que se separa de Dios, busca su propio gusto, y disputa calurosamente contra toda sana razón” (Proverbios 18:1 V. Mod)

Buscan una cubierta, pero no bajo las alas del Altísimo, sino buscando suerte en el mundo. Se apartan, toman determinaciones por su propia cuenta, sin querer saber cuál es la voluntad de Dios. No preguntan, no oran, ni buscan el consejo divino, solamente, se colocan bajo la sombra del mundo, el cual los defraudará, porque su príncipe es malo, mentiroso y cruel. Los seduce y engaña y luego se goza en verlos sufrir.

Esto se ve mucho entre los hijos de creyentes que se apartan, porque encuentran demasiado estrecho el camino y luego sufren las consecuencias.

Pero, para todos los que hayan hecho esa triste experiencia, Dios les dice: “Volveos a mí por medio de Jesucristo, que Yo seré amplio en perdonar.   

Pensamientos para reflexionar

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