AL HOMBRE QUE CLAMA DIOS LE PRESENTA A CRISTO

“Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Jeremías 33:3)

“Clamaron a Jehová en su angustia, Los libró de sus aflicciones” (Salmo 107:13)


En tiempos de Jacob, hubo una gran hambre en la tierra y el lugar donde había provisión era Egipto. Quien estaba en lo alto sobre ese país era Faraón y a él clamaba la gente pidiendo pan. Faraón tuvo una directiva precisa: “Id a José Y haced lo que él os dijere…” (Génesis 41:55)

En ese episodio tenemos una enseñanza alegórica muy linda. Los hombres, en nuestro tiempo también, al igual que aquellas personas, al sentirse necesitados claman a  lo alto. En nuestro caso no a faraón, sino a Dios. Y Dios  nos conduce a Cristo y nos dice también que para ser bendecidos, hagamos todo lo que él nos dijere. ¡Qué maravillosa es la gracia de Dios!

A causa del pecado el hombre está destituido de la gloria de Dios, alejado de su creador y del disfrute de su comunión. Y habiéndose extraviado tanto, no puede volverse por cualquier camino. Por eso Dios lo conduce a Cristo, pues él únicamente es el camino, la verdad y la vida. (Juan 14:6)

El imperio romano había hecho tantos caminos y carreteras para comunicarse  que solía decirse: “Todos los caminos conducen a Roma” Sin embargo, para con Dios no es así. No todo camino conduce a Dios, sino solo Jesucristo. Por eso los hombres deben ir a Jesús, creer en él y recibirlo, pues no hay otra forma de reconciliarse con Dios y ser salvo (Hechos 4:.12)


Pensamientos para reflexionar

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