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“Dijo Jehová: De la mano del Seol los redimiré, los libraré de la muerte. Oh muerte, yo seré tu muerte; y seré tu destrucción, oh Seol” (Oseas 13:14)
“Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor” (Apocalipsis 14:13)
Un creyente, solía contar que cuando era niño, un día se puso a llorar desconsoladamente, pues, tomó conciencia que su madre, a quien amaba tanto, un día tendría que morir y él temía perderla. Su hermano mayor, al verlo lo consoló, explicándole que la mamá era aún una mujer joven para morir. Pero, aquel niño había despertado a la realidad de la muerte y sufría, pues, sabía que no solo mueren las personas mayores, por lo tanto, todos podríamos morirnos en cualquier momento.
Pasaron los años y un día, pensando en la muerte se preguntó: ¿y luego de la muerte qué? Sabía que la Biblia decía: “Que está establecido para los hombres que mueran una vez y después el juicio” (Hebreos 9:27) Pero también le habían dicho que a pesar de eso, ninguna condenación había para los que están en Cristo Jesús (Romanos 8:1) y que, para estar en Cristo Jesús, debía abrirle su corazón, creer en él y recibirlo como salvador.
Allí, aquel joven, sintió su necesidad de salvación, recibió a Cristo, fue salvo y se llenó de gozo, sabiendo que a pesar de que la muerte física es una realidad debido a la introducción del pecado (Romanos 6:23) Jesús, habiendo resucitado, venció a la muerte. Por lo tanto, él, siendo creyente, a pesar de la muerte, finalmente, se volvería a encontrar con sus padres también creyentes, para gozar eternamente en los cielos.
Pensamientos para reflexionar
