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“Cristo… Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, Y dio dones a los hombres… Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efesios 45:8 y 11-12)
“Pablo, apóstol (no de hombres ni por hombre, sino por Jesucristo y por Dios el Padre que lo resucitó de los muertos) … pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo” (Gálatas 1:1 y 12)
Algunas personas creen que, para ser un ministro de Jesucristo y servir a Dios, se necesita pasar por una facultad teológica, porque de allí uno sale con el don y la investidura que necesita para servir. Eso es un error. Cristo únicamente es quien da dones y constituye servicios. La iglesia siempre contó con personas con dones espirituales recibidos de parte del Señor y no adquiridos por medios humanos.
Con el tiempo, se profesionalizó el servicio cristiano y el ministerio, y pocos siervos pueden decir “no de hombres, ni por hombres”.
Alguien entonces preguntará. ¿Está mal entonces estudiar la Biblia y capacitarse en un instituto bíblico? No, de ninguna manera. No es lo que queremos decir, sino que los dones espirituales y ministerios, no se adquieren en esos lugares, sino que se reciben directamente del Señor.
Quien tiene un don del Señor para ministrar, enseñar, predicar la palabra etc. Debe capacitarse, instruyéndose en las Sagradas Escrituras (2 Timoteo 3:16,17) pero sabiendo que, “No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo” (Juan 3:27) Porque “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces” (Santiago 1:17)
La Biblia muestra que es el Señor quien nos concede el privilegio del ministerio (1 Timoteo 1:12) y los hermanos que reconocen esta gracia dada, son los que dan la diestra de compañerismo (Gálatas 2:9)
Pensamientos para reflexionar
