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“El fruto del justo es árbol de vida; Y el que gana almas es sabio” (Proverbios 11:30)
Diariamente, la muerte nos sorprende. Alguien que conocemos, cierra los ojos en este mundo para abrirlos en el más allá.
Dios dice: “Libra a los que son llevados a la muerte; Salva a los que están en peligro de muerte” (Proverbios 24:11)
Esto es lo que debemos hacer nosotros que creemos en el Señor Jesús como Salvador.
¿Cómo librarlos? ¿Cómo salvarlos? En realidad, debemos dejar en claro que la salvación es de Dios y no del hombre. (Salmo 3:8) y que nosotros, no podemos convertir a nadie. Sin embargo, podemos ser copartícipes de esa obra maravillosa de salvación, cuando con amor, le compartimos el verdadero mensaje del evangelio orando incesantemente por ellos.
La gente muere a nuestro alrededor sin Cristo. Dios los cruza en nuestro camino y nosotros muchas veces tenemos reparo en hablarles, porque creemos conocer sus respuestas rechazadoras, porque estamos apurados, o quizás, porque en ese momento nos toma desprevenidos.
No debería ser así. Dios las pone en nuestro camino, para que le presentemos al Salvador.
Él trabaja a las personas cada día, a través de situaciones, pruebas o bendiciones, y va preparando la tierra del corazón para que reciban la semilla del evangelio. Nosotros, deberíamos salir a la calle, preparados para encontrarlas. Deberíamos estar siempre expectantes para esos encuentros: Bien espiritualmente, con el ánimo presto y la palabra de gracia aflorando en nuestros labios.
Pensamientos para reflexionar
