“Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis” (Gálatas 5:17)
El Señor Jesús les enseñó a sus discípulos acerca del perdón, y los discípulos, le dijeron: “Auméntanos la fe” El Señor, no les dijo que se los concedería, pues, de lo contrario no podrían hacerlo; sino que les dijo: “Si tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro: Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecería” (Lucas 17:3-6)
¿Qué quiso decir con eso? Quiso decirles, que cuando nos manda algo, estando capacitados para hacerlo, no se trata de la medida de la fe que tengamos, sino de obediencia, porque, cuando se nos hace difícil cumplir la voluntad de Dios, no es por el tamaño de la fe, sino debido a que la carne se resiste (Romanos 8:7) Por lo cual, es necesario “Hacer morir lo terrenal en nosotros” (Colosenses 3:5) Y no pedir una medida de fe mayor.
Cuando Dios dice: “No améis el mundo ni las cosas que están en el mundo” (1 Juan 2:15), “Consérvate puro” (1 Timoteo 5:22), o “Amad a vuestros enemigos” (Mateo 5:44), Nos está pidiendo cosas contrarias a la naturaleza pecaminosa que caracteriza al hombre; pero, si somos suyos, podremos hacerlo por el poder de la nueva vida, no dependiendo de la medida de fe que tengamos, sino simplemente de la obediencia que profesemos.
Recordemos: El deber de los siervos es la obediencia (Lucas 17:7-10)
Pensamientos para reflexionar