
“Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo” (2 Timoteo 4:1,2)
“Libra a los que son llevados a la muerte; Salva a los que están en peligro de muerte” (Proverbios 24:11)
Todos los creyentes deseamos que nuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. Tal como dice la Palabra. (Filipenses 4:5) Eso debe ser así. Lo que debemos cuidar es de no confundir ser gentiles y amables, con ser tímidos para hablarle a las almas del Señor, como muchas veces sucede, cuando intuimos que el mensaje no será bien recibido. Muchas veces, callamos y justificamos nuestro silencio, diciendo: Por no ser cargosos… Evitando así, hablarles a aquellos que no sabemos si luego volverán a tener oportunidad de oír.
Lógicamente, uno no debe hostigar a las personas cuando manifiestan no querer seguir escuchando. Ni ser atrevidos, ni molestos. Sino hacerlo respetuosamente. Pero, debemos recordar que, si viéramos a alguien dirigirse inconscientemente hacia un precipicio, trataríamos insistentemente de alertarlo a que no siga por todos los medios. A nadie se le ocurriría pensar en no cargosearlo, pues es un asunto de vida o muerte. Exactamente lo mismo es en cuanto a la salvación. Dios dice: “Libra a los que son llevados a la muerte; Salva a los que están en peligro de muerte” (Proverbios 24:11)
Cada persona sobre esta tierra, necesita ser salva de la condenación eterna a causa del pecado. Y no hay otro medio de salvación que la fe en Jesucristo. Anunciémosle a todos esta verdad, educadamente, pero instando en ello a tiempo y fuera de tiempo, pues mañana podría ser demasiado tarde.
Pensamientos para reflexionar