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“Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera” (Isaías 26:3)
“Éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia” (Lucas 8:15)
“Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hechos 2:41,42)
Muchos al leer “más el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 24:14) se preguntaron: ¿La salvación es por perseverancia? Y la respuesta es no. La salvación es por gracia mediante la fe (Efesios 2:8) En ese pasaje se cita la perseverancia, pues allí se nos anticipa lo que pasará en los momentos de gran tribulación donde los judíos serán llamados al arrepentimiento y se predicara el evangelio del reino hasta lo último de la tierra pero sufriendo persecución y toda clase de vejámenes. Debido a eso, muchos se volverán atrás, pero los que realmente crean, esos perseverarán hasta el fin. La perseverancia no logra la salvación, sino que la caracteriza.
Los primeros cristianos perseveraban en la doctrina de los Apóstoles, congregándose, orando, partiendo el pan y manteniéndose juntos. (Hechos 2:42) Hoy necesitamos lo mismo. Muchas personas asisten por un tiempo a las reuniones, pero luego se desaniman, no tienen tiempo y comienzan a congregarse espaciadamente hasta que luego se apartan. Los verdaderos creyentes, nacidos de nuevo en Cristo perseveran, y si caen, se levantan. El buen pastor de sus vidas los alienta y los pone nuevamente en camino.
En muchas congregaciones, para que la gente asista le dan actividades, las cuales los ponen en la obligación de asistir. Pero eso no es bueno. Los quehaceres santos son un privilegio de quienes verdaderamente son de Cristo, no para que lo sean.
Pensamientos para reflexionar
