
“Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina… Exhorta asimismo a los jóvenes a que sean prudentes… Exhorta a los siervos a que se sujeten a sus amos… Esto habla, y exhorta y reprende con toda autoridad. Nadie te menosprecie” Tito 2:1,6,9,15)
“Las palabras de los sabios son como aguijones; y como clavos hincados son las de los maestros de las congregaciones, dadas por un Pastor” (Eclesiastés 12:11)
A la luz de la Biblia, vemos claramente que Dios no le dio el pastorado a la mujer. La institución del pastorado femenino se originó a causa de interpretaciones forzadas por la voluntad humana, que quiso confiarle este ministerio a la mujer, a pesar de que Dios no lo hizo. Las mujeres no pueden ser pastoras, no porque no están capacitadas, ni mucho menos, pues todos sabemos que las mujeres, muchas veces se adelantan espiritualmente a los varones. Si no, porque en cuanto a los dones que descienden de lo alto, no se trata de capacidades intelectuales, ni de quien quiere, sino de la voluntad de Dios que los da.
Las mujeres no pueden enseñar, reprender, exhortar, con toda autoridad en la Iglesia (Tito 2:15) Pues no se le permite enseñar ni tomar dominio sobre el hombre (1 Timoteo 2:12) Por eso, no pueden ocupar el lugar de un pastor, quien sí, debe presentar la Palabra con autoridad y ser oído.
Dios pone especial cuidado en todas estas cosas, por eso, también dice, que estén en silencio y si deben preguntar algo que lo hagan en sus casas a sus maridos. Es decir, que pregunten en privado al marido, padre, hermano, etc. y no en público. Pues, sino, muchas veces bajo el pretexto de las preguntas, la mujer toma la exposición de las verdades bíblicas, la enseñanza pública, o discute solapadamente según su criterio.
Finaliza en la parte 3
Pensamientos para reflexionar