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“Muéstrame, oh Jehová, tus caminos; Enséñame tus sendas. Encamíname en tu verdad, y enséñame, Porque tú eres el Dios de mi salvación” (Salmo 25:4,5)
“Enséñame, oh Jehová, tu camino; caminaré yo en tu verdad; Afirma mi corazón para que tema tu nombre” (Salmo 86:11)
Hay quienes preguntan: ¿Cómo puede ser que quienes leen asiduamente la Biblia, interpreten tan mal el pensamiento de Dios? Una de las razones por las que sucede eso, es por la manera que tienen de leer la Biblia.
Siempre es bueno leer la Biblia y escudriñarla, pero esto se debe hacer con el sentimiento correcto, el que Dios espera encontrar en el hombre que se detiene para considerar su Palabra. Es decir, ese sentimiento que lleva al hombre a buscar que Dios le hable por medio de la Palabra, y que sea esa Palabra, quien forme y acomode sus pensamientos. Y no al revés.
Muchos, teniendo un pensamiento ya formado y una interpretación personal, buscan en la Biblia algún versículo o hecho que les sirva para afirmar lo que creen, y así no funciona. Dios dice como son las cosas y su Palabra lo enseña y afirma. Obrar inversamente no da resultado, sino que nos hunde en la necedad.
Muchos leen selectivamente, y cuando no están de acuerdo con algo, cuestionan la veracidad de las Escrituras. Ahora, si algo les conviene para afirmar lo que piensan, entonces lo aplican a rajatabla, sin considerar el contexto, ni si son expresiones figurativas u otras de las tantas figuras retóricas.
¡Cuidado! Eso no debe ser así. Dejemos que la Palabra nos instruya y no tratemos de forzarla para que diga lo que quisiéramos que diga.
Pensamientos para reflexionar
