
“Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hechos 2:42)
El Señor Jesús dijo; haced esto en memoria de mí… Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga. (1 Corintios 11:25,26)
Hasta su regreso, el Señor Jesús ha querido ser recordado por sus redimidos, de una manera especial, en la celebración de lo que llamamos “La cena del Señor”
Al instituirla, el Señor habló al corazón de los suyos del valor de su sacrificio expiatorio en la cruz.
Esto es de tanto valor ante los ojos de Dios, que si pensamos un poco, nos daremos cuenta cómo el enemigo ha querido sepultar esa reunión en el olvido, para que no haya “más memoria de su nombre” (Jeremías 11:19)
Los creyentes se juntan frecuentemente para distintas actividades y reuniones. Se gozan ocupándose en “la obra del Señor”. Pero, ¿con qué frecuencia se celebra la cena del Señor?
Al hacer memoria de su muerte, proclamamos, de una manera completa, la base de todo cuanto tenemos de parte de Dios y respondemos al deseo de Su corazón.
Hay convocatorias llamadas cristianas, con reuniones y prédicas donde lamentablemente, ni se menciona la necesidad de la muerte expiatoria de nuestro Señor ni el valor de su sangre, ni el poder de su resurrección…
Sin embargo, no podría haber memoria de la muerte del Señor sin exaltar estas verdades preciosas.
Pensamientos para reflexionar